FRANK CALZÓN,
Un estudio del prestigioso Centro para Estudios Internacionales y Estratégicos radicado en Washington, D.C. sobre las bases de espionaje chino en Cuba ha comenzado a circular en Nueva York y en la capital norteamericana.
Según el informe, China cuenta con cuatro bases de espionaje en la isla: en Bejucal, Calabazar y Wajay cerca de La Habana y en El Salao, que se encuentra en construcción no muy lejos de la Base Naval de EEUU en Guantánamo.
El espionaje chino en Cuba se enfoca especialmente hacia las comunicaciones militares estadounidenses. China es un aliado de Irán, Rusia, Corea del Norte, Cuba y otros enemigos de los Estados Unidos y los especialistas en esos asuntos dan por sentado que esas dictaduras coordinan sus planes y comparten el producto de sus servicios de inteligencia.
No es casualidad que recientemente un submarino y otras unidades navales rusas visitaran La Habana, o que se especule acerca de los beneficios de modernizar el puerto de Cienfuegos para las flotas de Rusia y China.
La publicación del informe, y los artículos que comienza a publicar la prensa, ocurren en medio de una crisis casi sin precedentes, después del debate entre Joe Biden y Donald Trump; en el momento en que periódicos afines a la Administración, políticos demócratas y comentaristas de radio y televisión le piden al Presidente que retire su candidatura a la presidencia del país.
Teniendo en cuenta la historia reciente de las relaciones chino-norteamericanas, es probable que Beijing confíe en que la política hacia China de la Administración se basa primero en evitar una crisis a toda costa, y segundo en el mantenimiento de las relaciones comerciales entre los dos países. Beijing sabe que después que los Estados Unidos derribó uno de sus globos espías que atravesaba el país de costa a costa, Xi Jinping protestó y el dictador chino acabó siendo recibido en un San Francisco engalanado con gigantescas banderas chinas y una multitud delirante.
El malentendido pudiera tener serias consecuencias. Los que prefieren ignorar los designios de Beijing, Moscú, Teherán y La Habana, dándole prioridad a las relaciones comerciales, ignoran el interés nacional de Estados Unidos, la naturaleza de esos regímenes y el resultado de los errores de la diplomacia norteamericana sobre sus aliados y sobre millones de seres humanos alrededor del mundo.
Vivimos en tiempos difíciles y los ojos del mundo están sobre Washington. Quiera Dios que la Administración haya aprendido alguna lección de la retirada de Afganistán, de darle el beneficio de la duda a los ayatollahs en Teherán, de hacerle concesiones a Caracas con la esperanza de que los venezolanos pudieran decidir su propio destino, y de cambiar la política hacia La Habana (con el presidente Obama) extendiéndole una mano de amistad, esperando que el régimen dejase de reprimir e iniciara reformas para el beneficio del pueblo cubano.
Sin condicionar la política de Washington a pasos específicos de esos regímenes, los buenos deseos de los líderes norteamericanos solo han logrado fortalecer a esas dictaduras.
Frank Calzón es cubano, activista por los derechos humanos y politólogo. Reside en Estados Unidos.