domingo, septiembre 29, 2024
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No es ni Milei ni Kicillof, ¡es el federalismo y los incentivos, idiota!

Hasta hace poco tiempo, en Argentina (donde no había prácticamente incentivos) daba lo mismo emprender en una provincia que en otra. Por lo tanto, lo que pueda salir por vía marítima, siempre tenía la prioridad de localizarlo en Buenos Aires, por el puerto. La falta de federalismo hizo que muchos distritos no puedan mostrar ventajas comparativas. Las provincias que no contaban con recursos naturales para la producción, terminaron siendo feudos financiados por el poder central.

Esto se profundizó desde la segunda mitad del siglo XX, por responsabilidades que atañen tanto a los radicales, los peronistas, como los militares. Mismo esquema fiscal, el gobierno nacional recauda y reparte, mientras que las provincias y municipios, además de depender del favor político para la subsistencia, acudían a impuestos locales y tasas para conseguir algún recurso extra.

Sin lugar a dudas que la coparticipación federal en la Constitución, desde 1994, fue una pésima idea. Se fomentó una especie de socialismo macro redistribuidor, generador de pésimos incentivos, que superaban al ámbito económico, corrompiendo lo político. Así, desafortunadamente, se dejó de hacer referencia al federalismo como una cuestión de autonomía y comenzó a asociarse la idea federal a la “justa e igualitaria” repartición de recursos desde el poder central.

La implementación del Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), propuesto por Javier Milei, trajo nuevamente en alguna medida el verdadero concepto del federalismo a la Argentina. Es que, como saben, algunas provincias decidieron adherirse y otras no. Entre las que sí, está Río Negro. Entre las que no, la provincia de Buenos Aires, comandada por el kirchnerista Axel Kicillof.

Desde hace tiempo que se estaba por decidir una inversión multimillonaria para un puerto productor y exportador de gas licuado. Todo parecía indicar que la misma se radicaría en Bahía Blanca (BsAs). Sin embargo, la negativa de Kicillof para adherir al RIGI hizo que la misma tenga otro destino. Finalmente se instalará en Río Negro y no hace falta explicar demasiado los motivos que subyacen a la decisión empresarial.

“Argentina NLG” es un proyecto de 30.000 millones de dólares, que convertirá al país en el quinto productor de gas licuado a nivel mundial. Tendrá una producción de 30.000 millones de toneladas, por lo que las ventajas son múltiples. Se deja de importar y gastar divisas en algo que se producirá en Argentina, en el marco de una mega inversión que generará empleo e invertirá la ecuación, donde los dólares en lugar de salir, entrarán.

Kicillof llamó a una conferencia de prensa y arremetió contra Milei, al que acusó personalmente de perjudicar a la provincia de Buenos Aires. Para el gobernador kirchnerista, el presidente digitó por razones políticas la inversión en otra provincia. Curiosamente, hasta hace una semana, el kirchnerismo argumentaba que el mandatario era un inútil, incapaz de atraer inversiones al país. De repente, el mismo Milei pasa a ser una especie de superpoderoso, capaz de decidir por capricho donde se radicará la mayor obra de infraestructura de la historia nacional.

Claro que el jefe de Estado libertario no es ni una cosa ni la otra. Simplemente ofreció a las provincias un programa de incentivos para las inversiones y los capitales reaccionaron. Sin embargo, reconocer esta cuestión no es una posibilidad para el kirchnerismo. Es que, por un lado, deja en evidencia sus errores conceptuales en materia económica, mientras que por el otro, manifiesta que el rumbo que propone Milei es el más adecuado para salir de la crisis que ellos generaron.

El retorno del debate federal a la Argentina recién comienza a dar sus primeros frutos. Se cambió radicalmente el sistema de incentivos y ya no es negocio ni garantía estar bien con el gobierno nacional. Ahora, lo que importa, es tener un marco institucional e impositivo razonable. De la misma manera que las provincias que hagan las cosas bien atraerán inversiones, las que se aferren al modelo caudillista comenzarán a evidenciar sus falencias por múltiples razones. Por un lado, deberán comenzar a administrarse con los recursos propios, pero también quedarán expuestas al crecimiento económico exponencial de sus vecinos más razonables.

Fuente: Panampost

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