Al alcalde de Nueva York, Eric Adams, se le salió de las manos la gestión de la “ciudad santuario”. Previamente ha reconocido que la llegada de inmigrantes que cruzan por la frontera sur del país se volvió un asunto incontrolable al punto de que ha tenido que habilitar escuelas y hasta degradó a refugio el famoso hotel Roosevelt, símbolo de elegancia y lujo desde que abrió sus puertas en 1924 hasta que comenzó la pandemia.
Ahora Adams va por las oficinas vacías aprovechando que muchos empleados trabajan en sus casas luego de que el modo presencial pasó a segundo plano a partir de los brotes por coronavirus. La modalidad de trabajo cambió casi por completo y el alcalde demócrata vio la oportunidad luego de que la crisis migratoria promovida por el presidente Joe Biden y Kamala Harris tocara la puerta de la ciudad.
El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) celebra que han deportado a más de 145.000 migrantes que llegaron a la frontera con México en los últimos tres meses, al mismo tiempo dicen que aumentó el número de arrestos por cruces irregulares. No obstante, el caos interno es innegable y eso llevó a Eric Adams a sacar cuentas. En una rueda de prensa dijo que su plan permitiría usar 12 millones de metros cuadrados de superficie de oficinas, “casi el tamaño de la ciudad de Filadelfia”, y hacerlos aptos para convertirse en unas 20000 unidades de vivienda. Según recoge la agencia EFE, para llevarlo a cabo insiste con “reescribir” las regulaciones sobre las zonas urbanas de manera que se puedan realizar esas conversiones más fácilmente.
Punto de quiebre
Estas movidas son una especie de salvavidas del que el alcalde demócrata no pretende soltarse. Como no bastó su pedido público para que dejen de llegar migrantes a su ciudad, está usando todos los medios para hacer frente al problema. Y es algo que le están cuestionando duramente.
Miles de neoyorquinos firmaron una petición para que desista de construir refugios para migrantes en varios campos de fútbol ubicados en Randall’s Island. Allí se lee que el espacio “es fundamental para mantener oportunidades insustituibles para que los niños alcancen el bienestar físico en una ciudad lamentablemente escasa de espacios abiertos”.
Pero Adams está empeñado en levantar estas construcciones que según el New York Post le costarían a los contribuyentes 20 millones de dólares mensuales. Visto de otra manera, serían 10000 dólares por solicitante de asilo si el sitio llena la totalidad de las 2000 camas planificadas. La desesperación resulta evidente en el funcionario. “Hemos pasado nuestro punto de quiebre”, reconoció hace unas semanas. Dicho eso, apeló a los números: “Con más de 57300 personas actualmente bajo nuestro cuidado en una noche promedio, asciende a 9,8 millones de dólares gastados por día, casi 300 millones de dólares por mes y casi 3,6 mil millones por año”, remarcó.
Casi 100.000 migrantes en Nueva York
No es mucha la diferencia de los cruces entre enero y junio del año pasado (1.228.213) frente al mismo periodo del año en curso (1.070.558) registrados por la Patrulla Fronteriza. No son números extraños, considerando que los migrantes siguen acumulándose en la frontera sur por una avalancha de cruces provocada en gran parte por las promesas de campaña cuando Biden y Harris competían por la Casa Blanca.
Aunque la Administración demócrata se ha apresurado a aprobar nuevos decretos tras la expiración del famoso Título 42, el remanente de aquella época sigue impactando al país y la situación en la que está envuelto el alcalde de Nueva York lo demuestra.
La lupa la puso sobre la zona del sur de Midtown, en Manhattan. Sin embargo, usar oficinas como refugios es solo un “paño caliente” mas no una solución de fondo. Los alquileres en la ciudad promedian los 4000 dólares. Hay que tomar en cuenta que son casi 100.000 migrantes que han llegado en un solo año pidiendo asilo. La cifra la reveló el Comisionado de Inmigración, Manuel de Castro. La crisis detona por todos lados mientras el presidente demócrata usa sus fines de semana para broncearse en Delaware y Kamala Harris nada hace en la tarea que le fue encomendada en la frontera hace tres años.