miércoles, julio 3, 2024
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Biden está senil y es el peligro más grande para su partido y el mundo

Carlos Flores,

¡Dios santo! La noche del jueves 27 de junio sólo faltaba Calígula como moderador de algo realmente grotesco: el supuesto “debate” entre Donald Trump y Joe Biden, para que aquello adquiriese el nivel de sadismo oficialmente necesario y que, por méritos propios, terminó teniendo con temas como demencia senil, mentiras, retos de golf, menciones a relaciones sexuales con actrices porno, trillonarios ficticios, hijos criminales, padres criminales, guerras, más guerras… ¡Vaya cóctel de locura y enajenación! Y todo fue transmitido en vivo desde los estudios de CNN, aquel canal de cable que alguna vez fue icono en el mundo de las noticias, del periodismo y del ego de Ted Turner y que ahora… tiene tanta chispa, energía y vida como el presidente de los Estados Unidos. Sin embargo, hay que aclarar algo y es que esto no fue un debate. Un hombre vivo y otro casi muerto no pueden “debatir” porque… Vamos directo a la verdad: Joe Biden está senil, peligrosamente senil y todos lo vimos; algunos con morbo y burla, otros con tristeza, pero la gran mayoría -quiero pensar- lo hizo con sorpresa y preocupación.

Lo peor de esto es que todos, incluso un bebé que está naciendo en este instante en Mozambique, deben estar preocupados, porque cuando el presidente de la mayor potencia mundial, que busca ser reelecto y tiene el poder para acabar con el planeta dice algo como: “Tenemos 1.000 trillonarios en Estados Unidos”, algo queda claro: olvidemos a Joe Biden, quien oficialmente dejó de existir esa noche; Estados Unidos está en problemas, problemas graves. Porque si Trump y Biden son las únicas opciones de liderazgo, pues las alarmas no se prendieron, explotaron.

Desde 1960, cuando John Kennedy enfrentó al monstruo Richard Nixon, no se realizaba un debate entre candidatos presidenciales sin público. Ahora, en medio de circunstancias muy raras, termina dándose otro debate sin público. Ahora, justo desde que finalizó el debate (utilizaré ese nombre, solo por respeto a los lectores), cientos o miles de críticos, periodistas, analistas y cuanto chiflado usa una red social, han sacado sus conclusiones sobre lo ocurrido entre lo que suponía ser un duelo entre Trump y Biden, pero que terminó siendo una quema al Judas más peligroso que tiene el partido Demócrata: su propio presidente.

Recordemos la noche del 27 de junio: Joe Biden entró al estudio de CNN en Atlanta y parecía que necesitaba ayuda, un enfermero o al menos un buen samaritano que lo mantuviese tomado del brazo hasta llegar al podio, ya que luce endeble y casi a punto de, literalmente, quebrarse como un vaso de vidrio muy delgado que se cae desde una mesa.

A los pocos segundos de iniciar el debate, mientras dijo algo tan insólito como que ha generado 15000 empleos (supongo que trataba de decir quince millones de empleos), con un tono de voz muy similar al de alguien a quien están a punto de quitarle el respirador para que su agonía en este planeta finalice, una pregunta resultaba inevitable, mejor dicho, dos: a) ¿Cómo rayos los asesores de Biden, el Partido Demócrata, su médico, su mujer, sus hijos, sus conocidos, los pasantes, la señora de limpieza y sus vecinos, permitieron que este hombre ―disminuido y afectado por la senilidad― estuviese en un debate presidencial en vivo y directo? Lo que lleva directamente a la ominosa pero necesaria segunda pregunta, que de seguro es el cáliz sagrado de muchos conspiranoicos: b) ¿Quién ha gobernado la potencia más grande del mundo durante los últimos tres años?, porque es imposible que Biden ―o este espectro que vimos luchando con todas sus fuerzas por emitir palabras, frases semi coherentes― lo haya hecho. Decir que Biden falló es restar magnitud al evento ocurrido. Así que analizaré, precisamente, el evento ocurrido.

El evento ocurrido vs. el evento realmente ocurrido
El evento ocurrido, fue un debate que no estuvo organizado por la Comisión de Debates Presidenciales, sino más a lo duelo del lejano Oeste entre Donald Trump (78) y el presidente Joe Biden (81). Lo primero que llama la atención es la deplorable condición física y mental de Biden y reconocer que Trump, a pesar de ser pocos años menor, luce mucho más joven en comparación a su enemigo (porque eso es lo que son, enemigos).

Entonces, siguiendo las mismas reglas de los debates tradicionales, aunque repetimos, este no fue un debate “oficial”, los moderadores de CNN, a quienes Joe Biden les debe la vida, realizaban preguntas a la espera de las respuestas respectivas que, en el caso de Trump, casi nunca llegaron. No obstante, Biden les debe la vida, porque cada vez que el presidente perdía sus capacidades para discernir (¿se dan cuenta de lo que esto representa, se dan cuenta de lo grave, se dan cuenta que los humoristas tienen material para al menos un siglo de comedia?) y comenzaba a balbucear cosas inentendibles, los buenos muchachos de CNN intervenían con alguna otra pregunta o comentario. Hey, yo hubiera hecho exactamente lo mismo. Y es que realmente al ver a Biden hablar, provocaba abrazarlo y decirle: “Abuelito, ven, toma asiento. Todo estará bien… después que renuncies a la presidencia.”

Luego, los dos duelistas danzaron sobre los temas que según ellos quién es mejor presidente, esto quiere decir, los logros y desaciertos de cada uno: que si Biden ha dado a Ucrania 250 billones de dólares, que si Rusia nunca hubiera invadido a Ucrania de Trump estar en la Casa Blanca; que si la frontera estaba segura con Trump y que ahora es un desastre; que si Biden acepta o no un reto para jugar golf con Trump. Ya saben, las cosas realmente importantes. Pero todo lo anterior, todo lo ocurrido, sazonado por la incapacidad o falta de ganas de Trump por responder muchas preguntas (y mire que hizo lo posible por mantenerse compuesto) y lo que sea que esté sufriendo Biden (¿senilidad? ¿demencia?, no lo sé) y que apenas le permitía tener momentos de lucidez, momento que no logró cuando tocaron el tema del aborto, donde Biden se suponía patearía a Trump en el trasero, pero que terminó mezclando con la siguiente locura: “Mire, hay tantas mujeres jóvenes que lo han estado, incluida una joven que acaba de ser asesinada (…). Y la idea de que ella fue asesinada por un inmigrante que llegaba (…) Hay muchas mujeres jóvenes que están siendo violadas por sus suegros, por sus cónyuges. Hermanos y hermanas, es simplemente ridículo. Y no pueden hacer nada al respecto. Y tratan de arrestarlos y cruzan las fronteras estatales”.

En la muy conflictuada mente de Biden, su política sobre el aborto tiene que ver con un inmigrante que asesinó a una muchacha. Mientras tanto, Trump hablaba de abortos realizados incluso luego de que el niño naciera ¿¿¿¿¿????? Esto, en muy pocas palabras, fue un espectáculo devastador, insólito y deprimente, aunque maravilloso, por supuesto, como puesta en escena para la televisión, porque, en honor a la verdad, estamos en un mundo que quiere y se nutre de cosas horribles, y esto fue horrible.

Ahora, abordemos el evento realmente ocurrido y aquí nos olvidamos del debate. Examinemos lo que se dijo y no se dijo, de modo que podamos ver a través del gran angular lo que puede ser un episodio histórico -nefasto y vulgar- en la política estadounidense. Algunos pueden decir que lo siguiente es tema de conspiración y tienen toda la razón.

La gran verdad es que Joe Biden se ha convertido en la peor amenaza para el partido Demócrata (no mencionemos del país), ya que fue ratificado como candidato en las Primarias. Y, si bien la noche del 27, el mundo entero comprendió que solo imaginar a Biden en un segundo mandato, es simplemente un mal chiste, su propio partido lo sabe desde hace tiempo. Solo que el partido, como institución, no podía negarle, siendo presidente, su participación en las Primarias, pero… de Biden seguir, su derrota y el bochorno que causaría al partido (¿imaginan los debates reales, oficiales y Biden repitiendo este performance?) acarrearía daños imposibles de calcular.

Sin embargo, los Demócratas hicieron una jugada maestra: aceptaron las fanfarronadas de Trump y ellos mismos organizaron un debate “no oficial”, es decir, cumpliendo la fantasía del candidato republicano: él a solas con Biden, sin la interrupción, digamos, de un Robert Kennedy (con quien el neoyorkino por nada del mundo quisiera debatir en estas instancias).

A sabiendas del problema que Biden representa para el partido y lo que ocurriría al presentarlo en su estado actual en televisión en vivo, pues, el demócrata fue lanzado -y esta es mi teoría- por su propia gente a la hoguera de las vanidades políticas, para calcinarlo. En esto sí tuvieron éxito. Entonces, desde ya vemos la preocupación y presión de los votantes (los ciudadanos) que irá incrementándose en los próximos días.

Casualmente este debate no oficial fue organizado por los Demócratas antes de la Convención Nacional del partido, a realizarse en agosto y última oportunidad de escoger un nuevo candidato. El problema, tal vez menor, es que para que puedan nominar -lo que sería una verdadera guerra entre todos los que quieren ser presidentes dentro del partido- a alguien más, Biden debe dar un paso al lado y retirarse. Ergo, la importancia de mostrar su condición física-mental para lograr presión civil… y acorralarlo para que acepte la opción de elegir a otra persona.

Aunque si bien, los demócratas no están pensando en ganar la presidencia, su plan está fijado en las elecciones de 2028 y lo único que aspiran es que Biden no termine de sepultarlos hasta el final de los tiempos. Y ahora, apenas, es que se está abriendo el telón de este show.

Fuente: Panampost

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