sábado, julio 6, 2024
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Borrell se va, el chavismo y el castrismo se queda

MANUEL AGUILERA,

Josep Borrell Fontelles dejará de ser jefe de la diplomacia europea tras cinco años en el cargo. Desde diciembre de 2019, el político español de 77 años, fue nombrado alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea.

Realmente suena poderoso y rimbombante el cargo, pero ahora cuando el político catalán -que lleva casi 50 años enganchando una posición con otra- deja la Unión Europea es momento de hacer balance en su gestión hacia los temas más espinosos de América Latina.

Son casi tantos años como Joe Biden en la lucha política los que lleva Borrell y recuerdo haber coincidido con él repetidamente en los pasillos del congreso de los diputados en Madrid, cuando él era ministro de Felipe González y yo un joven reportero de televisión. Tengo que reconocer que a diferencia de otros de sus compañeros socialistas, Borrell imponía y su cualificación profesional técnica estaba muy por encima de otros ministros. Era además un buen orador, y un hueso duro de roer para los periodistas cuando le preguntábamos por la actualidad de su ministerio. Me viene a la cabeza un día que me dejó con la palabra en la boca en el Senado y me miró con cara de desprecio porque le abordé por una polémica que le dio muchos dolores de cabeza en aquellos primeros años de la década de los noventa. En 1994, el Ministerio de Transportes y Obras Públicas, con él a la cabeza, resolvió que los 97 toros de Osborne que decoraban con gracia el paisaje de las carreteras españolas debían desaparecer. Fue tal la presión popular y la de importantes figuras públicas que al final Borrell no tuvo más remedio que coger el toro por los cuernos e indultar a las vallas publicitarias.

A Borrell no le gustó que le preguntara aquella tarde en el Senado sobre la polémica y me castigó con su indiferencia. Al final cedió y como decía antes, se vio obligado a coger el toro por los cuernos.

Si bien destacaba antes el nivel intelectual, su capacidad profesional y su oratoria, el gran defecto de Borrell -además de su excesivo carácter- es su fe ciega en el socialismo. Su balance sería otro si no hubiera aceptado formar parte del gobierno de Pedro Sánchez. Abrazar la forma más populista y retrógrada de la izquierda fue un mal presagio para su posterior etapa como jefe de la diplomacia europea.

La pregunta es, ¿en qué ha contribuido Borrell para la llegada de la democracia a Cuba y Venezuela? En Cuba, el problema parece enquistado y pareciera que Borrell, como otros líderes de la izquierda europea, dan normalidad al sistema creado por los Castro. En Venezuela, en este momento la Unión Europea está fuera de la observación de las próximas elecciones presidenciales y Borrell no ha podido frenar en su protagonismo como valedor del régimen a su compatriota, el expresidente español Rodríguez Zapatero.

Borrell ha carecido totalmente de liderazgo para reconducir la relación con Venezuela. No ha sabido imponer una agenda regeneradora con un plan económico que hiciera atractiva la inversión en el país sudamericano.

Así que como dice el dicho, “a rey muerto, rey puesto”. Le dejamos la tarea pendiente al que sea su sucesor o sucesora en el cargo. La UE debe ser una actor activo para la transición democrática en Venezuela y debe seguir trabajando, no en el camino de las sanciones, el empobrecimiento y el aumento de exiliados, si no en impulsar que las empresas europeas vean al país, en esta nueva etapa, como una oportunidad.

Fuente: Diario Las Américas

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