Los apagones en Cuba no terminarán ni esta semana, ni el mes que viene, mucho menos el año próximo. Todo lo contrario, la crisis de sus termoeléctricas persistirá y se agravará mientras el régimen castrista no invierta, al menos, 10000 millones de dólares. Sin embargo, esto sería solo el inicio de una cruzada para recuperar la infraestructura que hoy tiene en tinieblas a un tercio de la isla.
Y es que, en realidad, el problema de la electricidad en Cuba empeora, conforme pasan los días. Por ejemplo, aunque la dictadura desembolsille el dinero, la restitución tampoco sería inmediata. Entre seis y ocho años tardarían los cubanos en volver a tener el servicio sin interrupciones. En un amplio informe, Emilio Morales, presidente y CEO de Havana Consulting Group, firma de consultoría especializada en inteligencia de mercado y estrategia, asegura que la Unión Eléctrica (UE) de la isla tiene una disponibilidad de 2097 MW y una demanda máxima de 3000 MW.
La disparidad genera un déficit de 903 MW equivalente a 31,1 % y según Morales, “la cifra pudiera ser aún mayor en las próximas semanas”, porque “la infraestructura de generación eléctrica en Cuba es obsoleta y, en muchos casos, resulta impracticable su reparación”.
Clima con tensión
Es así. Cuba cuenta con ocho centrales termoeléctricas que integran 20 bloques en explotación pero sólo 16 están disponibles. De estos en funciones, 14 tienen más de 30 años de explotación y siete de ellos acumulan más de 40 años operando.
Al respecto, la activista cubana Mayra Domínguez comentó a PanAm Post que “hay una programación de apagones de más de 15 horas. Solo en La Habana tienen menos horas de apagones. Temen un estallido social, la Habana es más peligrosa para ellos (el castrismo), en ese sentido”.
La próxima temporada es clave. “Cuando se acerque el verano habrá otro estallido, las altas temperaturas y los mosquitos comienzan hacer de las suyas comenzará un malestar general (…)Ya prendieron fuego a la estatua de Fidel Castro en Cienfuegos”, pronostica Domínguez.
Como Venezuela
El desastre de las termoeléctricas en Cuba ya es comparable con el catastrófico sistema venezolano, donde las compañías Ricardo Zuloaga y Orinoco de Energía y Ambiente, estiman necesaria una inversión de 15000 millones de dólares para recuperar la infraestructura.
El monto permitiría restablecer el 35 % de la capacidad de generación en cinco años, así como también tener una mejora significativa de distribución y comercialización en Venezuela, en un rango del 25 % al 40 %.
Estos recursos revertirían el drama que desató el chavismo en 2006, cuando comenzaron a surgir las primeras las fallas críticas que terminaron en un apagón generalizado en 2019, el cual afectó que afectó 23 estados del país. Las pérdidas que se asociaron a este evento rondan los 1000 millones de dólares hasta el presente.
El régimen de Nicolás Maduro culpa a la sequía e incluso, a la fauna silvestre de las deficiencias eléctricas. Así pretende ocultar la obsolescencia del equipamiento, la falta de mantenimiento y la contratación de personal con escasa competencia profesional, lo que conlleva a una operación deficiente y a prácticas generalizadas de corrupción e improvisación.
La mediocridad de su administración es la única responsable, dado que el Sistema Interconectado Nacional de Venezuela cuenta con una capacidad instalada para 35000 MW pero genera sólo 10400 MW. Estas cifras están muy por debajo de la demanda actualmente, la cual se ubica en 12400 MW. El racionamiento ha sido su única medida. La del castrismo también.
Fantasía no renovable
La crisis en las termoeléctricas de Cuba pone en tela de juicio la meta de Díaz-Canel de alcanzar un 37 % de energías renovables en la isla para el año 2030, presentándola como una quimera comunista, debido a la falta de inversión y planificación necesarias para su consecución. De hecho, el informe revela que la capacidad instalada de generación de energía eléctrica en el país, a partir de fuentes renovables, creció solo 0,96 % entre 2013 y 2023, tras el fracaso de dos proyectos emblemáticos: el central azucarero Ciro Redondo y el de Herradura 1.
La inversión de 186 millones de dólares en el central azucarero, con el objetivo de generar 65 MW de energía, se ha desperdiciado, ya que la planta se encuentra actualmente inoperativa. Ahora, en el caso de Herradura 1, esta planta que generaría energía eólica, ya acumula ocho años de demoras debido a problemas con las empresas chinas asociadas.
En ese sentido, el plan sólo “constituye una fantasía, una formalidad burocrática para impresionar a la agenda verde internacional”, indica el documento de Morales en sus 24 páginas.
La realidad es inevitable. Las energías no renovables proveen un ínfimo 5 % de la demanda nacional, sin esperanzas de un aumento. Con ello, el régimen se enfrenta al caos de un servicio energético deficiente que incide sobre la economía.