sábado, septiembre 7, 2024
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EEUU sigue siendo el principal destino migratorio desde 1970

Aunque la mayoría de las personas siguen viviendo en los países en que nacieron, las que emigran continúan buscando destinos donde realizar sus proyectos de vida; generalmente huyen de la pobreza y la violencia en sus naciones para asentarse en entornos democráticos con economías más fuertes. Esta realidad es palpable si se atiende a una estadística de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que muchos leerán como un mantra: “Estados Unidos ha sido el principal destino de los migrantes internacionales desde 1970”.
Desde entonces, el número de personas nacidas en el extranjero que residen en el país se ha cuadruplicado, pasando de menos de 12 millones en 1970 a cerca de 51 millones en 2020.

¿De dónde vienen?

En 2017, el 27% de los residentes estadounidenses nacidos en el extranjero eran de México, mientras el 17% procedía de otros países de América Latina, incluyendo El Salvador y Cuba, según explicó un reportaje de BBC. Para esa fecha, casi uno de cada tres inmigrantes en EEUU era de algún país asiático, sobre todo de las superpobladas India y China (de allí provienen 6,5% y 4,7%, respectivamente, de los inmigrantes en EEUU). Solo uno de cada 10 inmigrantes era de Europa, de donde hace más de un siglo (1910) venían nueve de cada 10.
La OIM representa, en gráficos interactivos, cómo evolucionan los corredores migratorios. Analiza, entre ellos, los de Centroamérica y el Caribe, que es una de las zonas emisoras de migrantes a EEUU, por su evidente cercanía geográfica.

Centroamérica y el Caribe: rutas de mar y tierra

La migración hacia el norte sigue siendo una tendencia significativa. En particular, atraviesan estos corredores migratorios rumbo al norte personas procedentes de las Antillas, muchas de las cuales hacen rutas irregulares entre islas antes de arribar al territorio estadounidense de Florida.
Igualmente, la OIM enfatizó la existencia de “una migración mixta de la región norte de América Central” que demuestra ser “desafiante y dinámica debido al aumento de los controles de inmigración”.
“A finales de 2020, casi 900.000 personas de Honduras, Guatemala y El Salvador habían sido desplazadas por la fuerza (tanto dentro como fuera de las fronteras). De estos, más de medio millón habían sido desplazados a través de las fronteras, con la gran mayoría (79%) alojados en los Estados Unidos”, destacó.
En el caso de la migración marítima, desde el 1 de octubre de 2020 hasta el 30 de septiembre de 2021, la Guardia Costera dijo que, durante ese año fiscal, en la región que incluye Florida y el Caribe interceptó a 838 cubanos, 1.527 haitianos y 742 dominicanos. En los menos de cuatro meses transcurridos desde el primero de octubre de 2021, las autoridades han detenido a 686 cubanos, 802 haitianos y 685 dominicanos. Una de las alertas de esta institución de EEUU es sobre la precariedad de las embarcaciones en que estos migrantes se lanzan al mar, repeliendo las crisis de sus países y sin las garantías de que puedan ser admitidos en tierra extranjera.

El caso de Cuba

El 27 de enero 40 personas fueron repatriadas a Cuba por la tripulación del guardacostas William Trump. Esto ocurre en un contexto en que los cubanos carecen del amparo de la política migratoria de «pies secos, pies mojados» —implementada por la administración del presidente Bill Clinton en 1995, tras el éxodo de balseros de 1994 y eliminada en 2017 por la saliente administración Obama.
«Pies secos, pies mojados», según dicen el arreglo entre Clinton y Castro, permitió entre 1995 y 2017 a un elevado número de cubanos ingresar en la nación norteña y establecerse, una vez llegaran a tierra firme. Debían, para ello, evadir a la Guardia Costera. De ser interceptados en el mar, el gobierno de Cuba tenía que aceptarlos de vuelta.

Cinco años sin “pies secos, pies mojados”

En estos cinco años, sin la anuencia de aquella política, los cubanos deben demostrar el miedo que los llevó a abandonar su país. Algunos de estos migrantes irregulares han logrado ser admitidos en Estados Unidos.
Yadier Cuello, un habanero que recientemente vivió esta experiencia, contó a medios locales que una vez que llegó a Cayo Hueso, en el sur de Florida, procedente de Alamar (Cuba) con otros migrantes. Todos fueron detenidos por la patrulla fronteriza estadounidense. Cuello dijo que en el centro de detención que escuchó “historias muy tristes” de personas que estuvieron a la deriva, así como otras que en las inseguras embarcaciones en que viajaban, vieron morir a algunos de sus familiares y no se atrevieron a echar al mar sus cadáveres.
“Es tanta la angustia de los cubanos que ya ni tienen en cuenta el peligro que corren al abandonar el país de forma tan insegura (…) Cuando tantas personas no le dan valor a su vida y toman una decisión desesperada y prácticamente no temen perder la vida, porque no soportan el sistema en el que se vive, eso lo dice todo”, remarcó el cubano, ahora radicado en Naples, en la costa oeste de Florida.

Las caravanas por tierra

Las caravanas de migrantes, un término utilizado para describir el movimiento transfronterizo de grandes grupos de personas por tierra, han aumentado en número y frecuencia. Así lo corrobora la OIM y lo evidencian las historias personales de migrantes como Aylín Cruz, quien se convirtió en la primera cubana en recibir un permiso (parole) estadounidense luego de que centenares de migrantes quedaran varados del lado mexicano de la frontera por el fin de la política «pies secos, pies mojados».
Cuando decidió emprender una ruta migratoria por tierra desde Turbo, Colombia, hasta EEUU, la joven —que militaba en ese entonces en el opositor Partido Republicano de Cuba— tenía 30 años de edad y llevaba un hijo en el vientre. Su recorrido, que la llevó primero al Sur y luego al Norte, había empezado un poco antes.
“Salí de Cuba a Perú, de ahí a Ecuador y trabajé sin papeles tratando de reunir el dinero del viaje, entonces conocí a mi esposo y cruzamos juntos a Colombia; pero ya estando allí, decidí irme porque quería alcanzar mi libertad. Eran las Navidades. No le avisé a nadie”, cuenta Aylín. Precisa que en ese momento prácticamente nada podía frenarla: “no tenía otra responsabilidad que encontrar mi libertad. Nací sin libertades, sin derechos, a mi generación no le quitaron nada, nacimos sin libertades. No quería levantarme y tener que decir ‘estoy frustrada en este lugar’. No quería levantarme cinco años después y pensar: ‘estoy viendo el mismo techo y las mismas paredes’».
Por eso, “hace cinco años hice la travesía por todos esos países. En Tapachula, México, tuve que pedir un salvoconducto para ir a Nuevo Laredo con un grupo de cubanos, todos en espera de documentos. Luego subí hasta el norte con paradas en el DF, Juárez, Monterrey y de ahí, al llegar a la frontera, no se podía pasar”.
Parados frente al muro de casi tres metros, experimentaron la sensación de incertidumbre de todo migrante al no saber si en algún momento les abrirían las puertas de EEUU.
Aylín, que se convirtió en “la vocera de ese grupo de entre 700 y 1000 personas que se iban acumulando en la frontera”, dio entrevistas a medios internacionales y representó a sus coterráneos en reuniones con las autoridades, hasta que coordinaron su traslado a un parque para aprovisionarse mientras aguardaban: «y allí estuvimos esperando respuesta de EEUU. Nos hicimos pulóveres donde se leía “territorio libre de comunismo” porque todo el mundo quería alcanzar la libertad”, rememora.
Finalmente —dice un lustro después— decidió “entregarse”. “Yo me voy a entregar porque prefiero que mi hijo nazca en una cárcel estadounidense que en una plaza”. Fue ese el pensamiento que atravesó su mente en esos días según cuenta ahora. “Pasó como un mes y el 10 de febrero de 2017 me entregué en la frontera, con 23 semanas de embarazo. Me presenté en el puesto fronterizo estadounidense entre Nuevo Laredo, México, y Laredo, Texas, para pedir asilo político y como 10 horas después, recibí una autorización bajo palabra (parole) para permanecer en este país y poder contar con que un juez de inmigración examinara mi caso”.
Aunque luego de ese punto la cubana empezó a conseguir lo que tanto había soñado —con la fortuna de que su hijo naciera en democracia—, no deja de reconocer las vicisitudes a las que se enfrentan los migrantes de América Latina, independientemente de su nacionalidad, cuando se someten a peligrosos recorridos por tierra, sobre todo si hay menores implicados, incluso si se llevan aún en el vientre.

Niños migrantes

“Ha habido un aumento en el número de niños que viajan a través de Tapón del Darién. De los 226.000 migrantes de Honduras, Guatemala y El Salvador que llegaron a la frontera de Estados Unidos en la primera mitad del año fiscal 2021, aproximadamente 34.000 eran menores no acompañados”, reconoció la OIM. En respuesta, dijo, los gobiernos de México y Estados Unidos han reforzado la aplicación de leyes migratorias. La implementación de medidas destinadas a prevenir el tránsito de migrantes ha estado en el centro del debate, ya que ello supuso, en este caso, el aumento en el número de oficiales militares en servicio activo en la frontera, al igual que la escalada del número de migrantes detenidos y deportados.
“El número de detenciones en México aumentó de aproximadamente 8.500 en enero de 2019 a 13.500 migrantes en enero de 2020”, refiere. Un caso significativo fue el de enero de 2020, cuando a una caravana de migrantes que salía de Honduras se le negó, en la frontera entre Guatemala y México, el permiso para transitar por este último hacia los Estados Unidos. Como resultado, aproximadamente 2000 migrantes fueron devueltos a Honduras por las autoridades guatemaltecas y mexicanas.
Esta migración desde y a través de Centroamérica —precisa la OIM— está impulsada por un conjunto complejo de factores, que incluyen la inseguridad económica, la violencia, el crimen y los efectos del cambio climático, con muchas personas que se desplazan hacia el norte en busca de seguridad financiera y humana. El proceso migratorio no es igual para todos los latinoamericanos, pero quienes lo emprenden de modo irregular se exponen a similares peligros. Algunos no sobreviven.
Al recordar, Aylín dice que “no volvería a hacer eso”. “Pero era muy atrevida —reconoce—, y los sueños de uno nadie los entiende. Sabía que podía no lograrlo pero lo intenté, sola, sin el amparo de políticas migratorias”.
Fuente: Diario las Américas

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