El cinismo, por lo visto, es el rostro grotesco del realismo político. Tanto en el Foro como en sus causahabientes, reunidos en el Grupo de Puebla, tal vena la insufla desde 1989, a la caída del Muro de Berlín, Fidel Castro. En yunta con Lula da Silva arma el tinglado de las izquierdas que en los treinta años sucesivos simula practicar la democracia, se asocia con las fuerzas más retrógradas y desreguladas del capitalismo global, para sostener, únicamente, su poder y seguir expandiéndolo.
Marco Aurelio García, recién fallecido de un infarto, intelectual trotskista que sirviera como asesor internacional de Lula y Dilma Rousseff, artesano del mismo Foro y referente intelectual del Grupo poblano, es, al cabo, quien descubre la fórmula de esa alquimia de amoralidad. Reconduce la imposibilidad marxista y la transfigura hasta volverla tráfico engañoso dentro del imaginario colectivo, adormeciendo conciencias con el narcotráfico y la corrupción, en territorios de impunidad, en paraísos succionados al imperio de la ley.
Ortega y Gasset en sus ensayos sobre Pío Baroja precisa que, incluso a aquellos quienes no creen en los valores absolutos ni en las absolutas realidades, deben ¡ser sinceros! Pero es mucho pedírselo al Foro y al Grupo, pues, al cabo, se tocan por las colas con la experiencia del fascismo. La mentira como sistema de dominación les es consustancial.
Derrumbado el socialismo real, el Foro de Sao Paulo se cura en salud y señala que los perseguirían bajo el argumento falaz de encontrarse vinculados al narcotráfico. Así lo repiten entre 1989 y 1991. No pasan dos lustros sin que uno de los ejes dispuestos para el financiamiento de sus proyectos, la Venezuela de Hugo Chávez, cierre su alianza con el tráfico y el comercio internacional de drogas a través las FARC colombianas. Y sólo transcurre un lustro del siglo corriente cuando el hoy exjefe del gobierno español, J.L. Rodríguez Zapatero, promueve la Alianza de Civilizaciones para contener el castigo de quienes asesinan a 3.000 personas en 2001, derrumbando las Torres Gemelas de la Gran Manzana.
Exacerbando la falacia adopta otro nombre, el “progresismo”. De regreso el Foro a la pila bautismal como Grupo de Puebla habla de la guerra híbrida o el law-fare imperialista, que intentaría impedir que los líderes del progresismo se mantengan en sus gobiernos de modo perpetuo.
¿Fue un pote de humo, cabe preguntarle, la cuestión de Odebrecht, cuyos dineros descolocaron a mandatarios latinoamericanos, provocaron la criminalización de varios expresidentes, y hasta uno decidió suicidarse? ¿Es guerra jurídica, tarifada, o law-fare la persecución de Cristina Kirchner – investigada por el asesinato del fiscal Nisman o por las groseras sumas millonarias confiscadas a sus inmediatos colaboradores e hijos – o la de los criminales de lesa humanidad venezolanos?
¿Cómo catalogaría la criminalización de la expresidenta Jeanine Añez, por sostener en Bolivia una sucesión constitucional democrática, convalidada por el Tribunal Constitucional y los partidos bolivianos, incluido el MAS, a fin de purgar un golpe militar en curso? ¿Es o no un ejemplo de guerra híbrida la que adelanta contra Marito en La Asunción?
El cinismo, cuentan los antiguos, es el disolvente de la sociedad y las familias. Antístenes, fundador de la escuela en Grecia y quien le sigue, Diógenes de Sínope, como integrantes de un movimiento anticultural, el de los cínicos, predicaban el valor de la acción. Eran autócratas y autosuficientes – en eso se les aproximan las pseudo izquierdas paulistas y poblanas – pero, cuando menos, decían practicar la pobreza y el desprendimiento. Eran mendicantes, podría decirse que monjes franciscanos adelantados, distintos de los paradigmas del caradurismo que son los miembros del Foro y el Grupo, los de ayer y los de ahora.
Eso sí, en lo que encuentran clara parentela los cínicos con los rousseaunianos y los Zapatero o los Correa, o el juez Garzón, o la Kirchner y Lula da Silva, tanto como los Ortega y los Castro-Díaz Canel y Morales, para no mencionar al aquelarre instalado en el Palacio de Miraflores de Caracas, es haber llevado a sus pueblos “al estado y condiciones de la naturaleza pura, rechazando las ventajas y desprestigiando las conveniencias y leyes de la vida social”. Es lo que buscan hacer con los paraguayos, atizando sus angustias y frustraciones.
Fuente: Diario las Américas