miércoles, diciembre 4, 2024
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OPINIÓN- Antonio Ledezma: ¿Qué proponemos en Venezuela?

El genocidio de Maduro contra millones de venezolanos quedara registrado en la historia de la humanidad, como uno de los mas horrendos crímenes que se perpetraron con el consentimiento de otros millones de espectadores que se limitaban a ver desde la distancia cómo se ejecutaba semejante suplicio. El mundo entero ha sido testigo de cómo un régimen maltrata a los millones de seres humanos acorralados en el millón de km2 de la geografía de Venezuela, convirtiéndolos en prisioneros de sus desafueros, mientras comentan lo que es inevitable admitir –porque la sienten en su vecindad– que otros seis millones se desplazan por los caminos del peregrinaje buscando salvarse del martirio seguro que les ofrece la “revolución” del socialismo del siglo XXI.
Estamos en medio de un mundo cada día más contradictorio, cuando al Maduro que la ONU responsabiliza de la catástrofe humanitaria mas grande de estos últimos años, al mismo tiempo le pone a su disposición un sillón en el Consejo de Derechos Humanos.

Líderes del mundo libre que han fustigado a Maduro por sus relaciones con el narcotráfico, llegando incluso a aplicarle sanciones y a colocar su imagen en la galería de los más buscados, con recompensa y todo, a su vez nos dicen a los venezolanos que “eso se resuelve dialogando entre las partes en pugna”. ¡Insólito! Diría que repugnante. En Venezuela hay un sector mafioso, armado, que acribilla a una ciudadanía que se resiste a claudicar, pero no hacemos la guerra, somos víctimas de esa andanada inclemente de un régimen que convirtió las instituciones del Estado en una metralla asesina.
Cuando escribo estas líneas me atengo a que me digan por las redes que “eso ya lo sabemos”. Sí, pero pareciera que a más de uno, o se les olvida o se hacen los desentendidos. Entonces hay que recalcarlo, una y otra vez. Por ejemplo: ¿Votar o no votar? Eso no debería estar en debate. Ya hemos dicho que con tiranías el voto no funciona, la última versión fue la expuesta el pasado diciembre de 2020. ¿Cómo vamos a entrar en esa aviesa contradicción de decir no se vota en las parlamentarias porque no hay condiciones y unas semanas después se dice todo lo contrario? ¡Fin de mundo!
Mientras algunos le sigan el juego a Maduro, no saldremos de sus garras y continuará clavando sus dientes de tiburón salvaje en las carnes de un pueblo desesperado, viendo cómo esa corporación criminal avanza hacia el control de Colombia, pieza clave en el menú del Foro de Sao Paulo.
No falta el que no sé por qué razones –de buena o mala fe– nos increpa a que digamos ¿qué proponemos? La respuesta es meridiana: no cohabitar con la narcotiranía. No doblegarnos ante sus ofertas indecorosas. No depender de una conducción sectaria y fallida. No tolerar el doble juego, descarado, de individuos que en misión de infiltrados le soplan la estrategia al régimen. No seguir modificando la estrategia que se concibe para una coyuntura específica, para terminar sacándole las castañas del fuego a Maduro y sus cómplices. No tener doble agenda, una secreta y otra que se publica, pero simplemente como ardid de divertimento. No seguir clamando sanciones y por detrás andar algunos lobistas procurando que las mismas se levanten, porque están más preocupados por defender los derechos humanos de los victimarios que los derechos humanos de las víctimas. Entender que así como desunidos no podemos, tampoco solos lograremos librarnos de ese cruel conglomerado delincuencial.

La intervención internacional en Venezuela no se reduce a que “entren Los Marines por La Guaira”. Está la necesidad de afinar un plan de mayor presión con el bloqueo antinarcóticos, la captura selectiva de capos y terroristas, incautación de caudales y limitar el desplazamiento de sus operadores financieros, persuadir a los representantes de gobiernos indiferentes o indecisos ante el calvario que sufre Venezuela, presentando ante los escenarios globales, insistentemente la verdad de los crímenes de lesa humanidad que se verifican en nuestro país. Incorporar a gente valiosa que puede hacer un buen trabajo en la ONU, en la OEA y en la Unión Europea. Retomar el papel del Tribunal Supremo de Justicia en el exilio, canalizar la fortaleza de la diáspora, incluidos los miles de efectivos militares en el destierro. Mientras tanto adentro, Juan Guaidó debería darle “el palo a la lampara” decretando que no pueden celebrarse elecciones regionales, aclarar que no encaja hablar de celebrar referéndum revocatorio porque Maduro no es presidente. Y que no se puede ser tan iluso para creer que habrá una “reconversión económica” en un país controlado por narcos, guerrilleros, terroristas, pranes, megabandas asociadas con funcionarios podridos, desde todo punto de vista, que hacen de las estructuras gubernamentales un sanguinario aparato de guerra.
Por lo tanto, no se trata de negociar para sobrevivir sino para salir de cuajo de ese maleficio. Que no se pisen mas “conchitas de mango” que dieron lugar a los resbalones del dialogo de Noruega y Barbados. Tampoco se debe confundir a los aliados internacionales y a los ciudadanos venezolanos, ¿Cómo? Diciendo que Maduro es ilegitimo, usurpador, criminal de lesa humanidad, aliado de las transnacionales del narcotráfico y del terrorismo y a la vez participando en diálogos sin condiciones y en elecciones fraudulentas. Los pactos con las tiranías son similares a los pactos con el diablo. Se termina achicharrado en las pailas del infierno. Así es muy difícil lograr la libertad. Proponemos que los liderazgos tengan absolutamente claro cuáles deben ser los objetivos. No pueden ser unas gobernaciones y unas alcaldías, tampoco negociar el futuro de Venezuela a cambio de remediar unos problemas que atañen al manejo de los aparatos partidistas.
Fuente: PanamPost

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