Si en algo se asemejan Alberto Fernández y el kirchnerismo duro es en la implementación del relato como epicentro de la gestión gubernamental. En sintonía con lo que fue todo su gobierno, el presidente argentino se bajó de la búsqueda de la imposible reelección en sintonía con lo que viene haciendo desde diciembre de 2019: poniendo excusas. Aseguró mediante un video que primero está la patria, luego el movimiento, como dice la prédica peronista, pero lo cierto es que no renuncia ni por altruismo justicialista ni por patriotismo: quiso y no le dio el cuero.
Su comunicado fue casi un calco a la publicación de su vocera, Gabriela Cerruti, que pretendió explicar ayer porque Argentina tiene inflación. La herencia de Macri, el Fondo Monetario Internacional, la guerra en Ucrania y la sequía del campo. Con los mismos argumentos, que en realidad no son más que excusas, Fernández se despide de la peor manera para pasar a ser un muerto político hasta el momento que le tenga que poner la banda presidencial a su sucesor. Seguramente, el acto de traspaso será con un dirigente que hoy milita en la oposición. Aunque se encienda la interna kirchnerista a partir de este momento, el Frente de Todos en su conjunto tiene “el boleto picado”, como le gusta decir a Alberto.
En medio de la corrida cambiaria y el descontrol inflacionario, el mercado no tomará el falso renunciamiento –que no es más que la huida ante el repudio inevitable de las urnas- como una mala noticia. Seguramente, el Partido Justicialista mostrará en las próximas semanas sus cartas para las primarias de agosto: algún marginal como Juan Grabois que buscará posicionarse, un kirchnerista duro bendecido por Cristina y algún candidato que pretenda vender una superación a esta etapa con algún perfil de centro o centroderecha. Daniel Scioli, embajador en Brasil, parece interesado en jugar este rol. Sin embargo, el hartazgo de el electorado no le da muchas posibilidades a ningún tentáculo del pulpo justicialista. Incluso, en un hecho sin precedentes, el Frente de Todos podría terminar tercero y fuera del balotaje.
De confirmarse este escenario, sin dudas Argentina estaría, finalmente, ante la desaparición del kirchnerismo. Recordemos que, en cualquier momento, casación y la Corte Suprema seguramente avalarán el fallo en primera instancia que condenó a CFK por corrupción y defraudación al Estado. Aunque hay enojo de casi todo un país con Alberto Fernández, lo cierto es que Argentina le debe algo. Claro que tuvimos que tolerar estos cuatro años insoportables. Pero puede que haya sido el precio que Argentina tuvo que pagar para sacarse de encima al kirchnerismo. El desastre de la gestión de Alberto puede que se traduzca en el final de una era. Ya era hora.