HUGHES,
El PSOE justificó la expulsión de Nicolás Redondo Terreros «por el desprecio a las siglas», lo único que no criticaba Redondo, que parecía seguir ahí precisamente por eso, por las siglas.
Su expulsión ha sido una de esas cosas que sorprenden, no por raras, sino porque ya se dan por hechas.
En la izquierda no tendrá efecto alguno, pero la expulsión toca el corazón de cierto peperismo predecible, valga la redundancia. Esas tribunas de don Nicolás, esas entrevistas en las radios matutinas… «El histórico del PSOE», «el sentido común que debe imperar en el PSOE», o, sencillamente, como dicen en Twitter, el PSOE bueno.
Ahora, pensando en esto, me tengo que ir a Google. ¿Sigue Leguina? ¿Sigue Paco Vázquez? Alguien contó que ayer almorzaron Redondo, Aznar y el mencionado Leguina. Tres hombres con sentido de Estado alrededor de una mesa. Todo a la plancha, gravedad, yo ya lo vengo diciendo…
La función de don Nicolás no era pequeña: ser socialista histórico, hacer creer a los de fuera en una reacción en el PSOE, pero ignoramos qué función cumplía para los de su partido.
Era uno de esos fusibles, una de las capas de la cebolla cuando las cosas se pongan feas: los barones del PSOE, los socialistas históricos, Guerra (jaja), la solidez de nuestras instituciones, el 155, el Constitucional, la mani en Colón, la Gran Coalición, Europa y… el Rey. Pero un Rey ya no tan simbólico. En este asunto se dividen los constitucionalistas: los que lo son de verdad, hasta el final, que morirían agarrados a la-que-entre-todos, y el resto, la mayoría, que son de un constitucionalismo raro que consiste en serlo pensando que la Constitución tiene una especie de comodín que en el último momento se desplegará como un paracaídas y permitirá saltársela: el 155, la Gran Coalición o el Rey insumiso.
El PSOE de Redondo Terreros quizás no existió nunca, pero llena de nostalgia. Una nostalgia como de los 90: el indie, fumar en los sitios, las cazadoras vaqueras con borreguillo o el corrillo de la Campos. Aquel PSOE (la dichosa margen izquierda) se echó al monte, pero no a cualquier monte: a uno en el que no se iba a setas sino a rólex (etarras). Ahora esos pistoleros de nucas salen en los medios con el claroscuro puesto. La iluminación que los socialdemócratas (por llamarles algo) reservan a los amigos. ¿Recuerdan las fotos que le hacían a Tamames? Retratos sin clemencia: luz de ascensor, todas las arrugas, las pantuflas… Hasta las pelotillas del suéter le sacaban.
Pues a Ternera no, a Ternera los de El País lo pintan de galán. Igual a las Marujas Torres se les dispara la hibristofilia.
El PSOE, partido franquicia, Kentucky del pollo frito alemán, engañó siempre. Felipe González ya cantinfleaba, Zapatero retorció las palabras y Sánchez ha decidido pasar, lanzarse al cinismo de cabeza. Lo siguiente puede ser hablar con IA.
La sensación es que Redondo pagaba su cuota de afiliado sólo para darse el gustazo de ser «conciencia crítica». Pero al hacerlo, al estar treinta años ejerciendo de eso, contribuyó a la idea de que tal cosa era posible. El PSOE ha tenido el detalle de cortar la relación y despejar cualquier duda.