De las propuestas del actual presidente y su ministra de Seguridad se desprenden varios denominadores comunes importantes que pueden encontrar un área de intersección. La idea de evaluar la existencia de cárceles de gestión privada bien podría ser una de estas.
La idea la reconoció hoy Bullrich y ya es una de las noticias del día. “Estamos comenzando la licitación y el estudio de dos cárceles privadas”, señaló la encargada de la cartera de Seguridad.
Es una obviedad que el sistema carcelario estatal argentino es un fracaso total, donde los detenidos están en condiciones no razonables, donde además suelen haber serios problemas e incluso motines. Muchas veces se dice que, en lugar de ser “correccionales”, las cárceles argentinas ofician como una especie de área de “capacitación” de los delincuentes, que salen con más herramientas que antes para reincidir en el delito.
Se abrirse esta posibilidad, finalmente podrían compararse dos formatos diferentes, donde seguramente uno muestre mejor resultado que el otro, como para ser considerado como modelo a incrementar en el futuro.
De avanzar en este sentido, también sería oportuno que pueda materializarse otra inquietud que el actual presidente Milei manifestó en campaña. Durante el año pasado, el mandatario resaltó la necesidad de ir hacia un modelo, no solamente de cárceles privadas, sino que los detenidos tengan que trabajar para conseguir los recursos para su sustento diario. Algo que, aunque está muy lejano del funcionamiento actual del sistema carcelario, tendría todo el sentido del mundo. De la misma manera que las personas decentes trabajan, muchas veces para garantizar solamente el techo y el plato de comida, las personas privadas de su libertad por cuestiones delictivas tendrían que hacer exactamente lo mismo. Incluso, deberían generar un excedente para indemnizar a sus víctimas económicamente.