viernes, julio 26, 2024
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Amor (y Pedro Sánchez)

MARÍA DURÁN,

Yo escribo mejor de desamor que de amor. Básicamente, porque en el desamor eterno creo cada instante de mi vida. En el amor eterno, no. Sólo a ratos. Pero esta semana voy a intentar hacer una excepción. Conozco verdaderas historias de amor. La de mis abuelos maternos y mis padres. La de unos compañeros de colegio que fueron novietes adolescentes y mantuvieron después siempre la amistad. Cuando ella se casó le pidió que fuera testigo. Pero él le respondió que no, que si alguna vez hacía un papel destacado en su boda, sólo sería el de novio. Ese matrimonio resultó nulo —por la madre del novio, como casi siempre—. Y ahora mis conocidos del colegio viven, en lo bueno y en lo malo, juntos y bastante felices.

Para ver grandes historias de amor no hace falta entrar en Netflix o en HBO. De hecho, si ahora mismo entra uno en HBO, lo que se encuentra es a la señora presentadora que responde al nombre de Marta Filch, algo así, y que no puede deschuparle ninguna cosa al nieto de Franco —perdón por mal citar aquí mi tuit preferido de la historia— hablando con penes. Y entonces recuerdas que el amor, en esta sociedad nuestra, está un poco de capa caída. Por culpa de los ministerios de Igualdad en parte. Pero no sólo. Cada vez es más difícil encontrar hombres atractivos. O me resulta a mi muy difícil, al menos. También es verdad que sólo me gustan los inteligentes y divertidos.

A un hombre se le puede perdonar, qué se yo, que tenga poco pelo, que sea de la secta del Yunque, pro-iraní, que cobre de agentes de Rusia, que no esté del todo bien dotado o incluso —¡incluso!— que sea impotente. Casi cualquier cosa. Lo que no se le puede perdonar es que sea un muermazo. Para ser inteligente no hace falta ser divertido. Para ser divertido sí hace falta ser inteligente. Y de verdad que a estas alturas ya son mis dos únicos requisitos.

Pedro Sánchez es un muermazo. Nos quiere vender sus Cartas a la ciudadanía de «hombre profundamente enamorado» como una telenovela. En realidad son una historia de El Padrino. Falta sólo una cabeza de caballo en la cama del juez Peinado. Lees las epístolas y el tipo ya no es que se crea un apóstol. Es que se cree Dios. Hecho un héroe de Leyendas de Pasión o similar. Pero no. Un señor que escribe «ciudadanía» no es digno del amor ni de su perro. Como mucho de su tortuga. Encuentro que Begoña Gómez tiene que darse cuenta ya de que está perdiendo el tiempo con un hombre así. De hecho, creo que ha llegado el momento de que la presidenta del Gobierno, según Pachi-Nadie-López, nos escriba una carta. Que confiese. «Sí, españoles. Soy culpable. La ladrona que parezco. Pero ya no soporto más a este coñazo de ser con sus cartas sobre mí y sus pintas de portero de la sauna de mi padre y prefiero ir a la cárcel. A Guantánamo si hace falta. Lo que sea antes que seguir en Moncloa con él».

Yo creo que los españoles pediríamos que la amnistiasen después de 20 años de aguantar a su marido. La mayoría de las mujeres, al menos. Yo misma saldría a las calles a exigirle al Ejecutivo su perdón. Y es que, repito: divertidos e inteligentes. Es la única fórmula del éxito. A mí, por ejemplo, de los hombres más atractivos de España me parece Juan Carlos Girauta, aunque sea bastante mayor que yo. Pero es que no puede ser más divertido y más inteligente. Y ahora que ya no viste de catalán, le dejaría tocarme a la guitarra hasta algo de Silvio Rodríguez. Confieso que yo este domingo voy a votar por amor, porque la carne es débil —la mía sólo figuradamente—, antes que contra el Pacto Verde, que también. Si al final sí que soy una romántica.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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