viernes, mayo 17, 2024
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Antes de opinar, habría que tener algún conocimiento de causa

Marcelo Duclos,

En los últimos días, dos conocidos liberales del exterior se manifestaron con cierta preocupación sobre cuestiones que tienen que ver con la política argentina. Advirtieron que en la gestión de Javier Milei hay cosas para cuestionar desde la perspectiva liberal. Seguramente las haya, sin embargo, las objeciones que plantean, son más que objetables.

Por un lado, el economista español Juan Ramón Rallo, hizo referencia a una herramienta que utilizó el gobierno para retrotraer el precio de un grupo de empresas que prestan un servicio de salud prepaga, luego de una serie de aumentos que golpearon duramente al bolsillo de la clase media. Hablar de la antinomia entre el liberalismo y una regulación de un precio o una tarifa es una obviedad absoluta. Sin embargo, hay cuestiones que uno debe tener en cuenta antes de apelar al “liberalómetro” para cuestionar al actual gobierno argentino.

La primera es que la actual gestión, lo primero que hizo, es derogar todos los controles de precios y las herramientas que lo permitían. Esto fue mucho más allá de la góndola de los supermercados. Uno de los ejemplos más importantes fue la derogación de la Ley de alquileres, que había destruido por completo el mercado inmobiliario. También hay que decir que si el Poder Ejecutivo no liberó y desreguló más fue por la circunstancia de minoría legislativa que tiene hasta el momento y no por una cuestión de voluntad política.
Sin embargo, lo que ocurrió con las “prepagas” más importantes es un fenómeno más complejo. Se trata de un grupo de empresas que lograron posicionarse por las prebendas del Estado, que elevó arbitrariamente en muchas oportunidades el número de prestaciones básicas obligatorias, siendo las grandes compañías las únicas con “espaldas” para abastecer un servicio regulado. De esta manera fueron limpiando a la competencia y acaparando el mercado, no por la libertad de los consumidores o por un buen producto detrás, sino por la arbitrariedad de la regulación y el capitalismo de amigos.

Estas compañías aprovecharon la liberación de los precios para elevar sus tarifas a un punto que muchas personas entraron en serias dificultades. Claro que no hablamos de un servicio como el de una compañía de internet, donde un usuario puede cambiar de prestador de un día para el otro. Aquí hay temas de antigüedad, pacientes en tratamientos y muchas otras cuestiones delicadas que limitan y complican el panorama. Además, todavía el mercado no está abierto para que surjan nuevos competidores para ofrecer un servicio de seguro y corregir el mercado. Y, el mercado no está abierto más, por responsabilidad de la oposición y no del oficialismo.

Sin embargo, Rallo decidió cuestionar la herramienta no liberal para lidiar con una corporación prebendaria, que llegó allí por el antiliberalismo, sin comprender que se trata de una lógica medida de coyuntura. Lógicamente que la crítica es respetable, pero para que sea honesta intelectualmente, hay que hacerla más completa. Si uno se limita al enunciado, desde el exterior parece que Milei está digitando los precios del supermercado.

Es curioso que muchos liberales clásicos, que acusaban al presidente argentino de libertario extremista, ahora apelen a estas cuestiones con el liberalómetro en la mano. Y los que quieran ponerse puritanos con estas cuestiones, podrían repasar lo que decía Murray Rothbard sobre la propiedad mal habida, cuando se esté en condiciones de encontrar a los damnificados. Si uno se quiere poner “libertario duro”, en lugar de apelar a esta herramienta, el gobierno tendría que haber hecho algo mucho más drástico y definitivo.
Como expresé en una video columna, mientras que el gobierno quiera ir siempre por la desregulación total y encuentre trabas en la oposición, que todavía tiene mayoría legislativa, no es posible pedirle una pureza ideológica ante una adversidad total. Sobre todo, si es a ese óptimo al que el gobierno apunta y todavía no lo dejan. Distinto sería si no se animara a ir en esa dirección, como hizo Mauricio Macri, que terminó apelando a la Ley de abastecimiento, para regular el precio de los combustibles.

En una columna, que en Argentina fue publicada en La Nación, Guy Sorman hace referencia a dos argumentos, que hasta se los suele escuchar en boca del kirchnerismo. El primero, volviendo a Rothbard, fue el planteo de la supuesta incongruencia de un jefe de Estado anarcocapitalista. Milei tiene derecho a suscribir al marco conceptual que desee. Él sabe, desde que se postuló y desde que es presidente, que se debe suscribir al marco constitucional, que está encima de cualquier otra cosa. Sin embargo, en ningún momento ninguna reforma planteada por el Poder Ejecutivo evidenció ninguna contradicción con la Carta Magna (que es liberal clásica). El único monopolio estatal que Milei planteó terminar es el monetario, absolutamente compatible con los principios constitucionales. Aunque parezca increíble, hay que explicarle a varios (liberales incluso) que una “potestad” no es una “obligación” y mucho menos, de carácter monopólico. Vale esta aclaración para opinólogos poco ilustrados que plantean la supuesta inconstitucionalidad del cierre del Banco Central.

Además, tantos analistas escriben preocupados por los principios filosóficos del mandatario argentino, que ninguno le aplica la misma vara, por ejemplo, a los diputados de izquierda, que descreen de la propiedad privada y del libre comercio (garantizados en la Constitución). Vale aclarar que ellos sí pretenden utilizar el Estado para ir en la dirección de sus principios filosóficos por sobre el marco legal en Argentina. Pero sobre esto, nadie dice nada. La doble vara está siempre presente a la hora de cuestionar al presidente Milei.

Finalmente, Sorman le pide al mandatario argentino “más diálogo” con todos los sectores críticos y de la oposición. ¿Sabrá el intelectual francés lo que es el kirchnerismo y la CGT? ¿Tendrá alguna idea sobre lo que son los sindicatos en este rincón del mundo? Lamentablemente, hay sectores opositores con los que no se puede negociar absolutamente nada, ya que no están interesados en debatir ideas. Lo único que quieren es mantener sus intereses espurios y prebendarios. Por eso están dispuestos a voltear al gobierno como sea. Evidentemente, alguna voluntad de diálogo con algunos sectores debe haber, ya que el gobierno acaba de conseguir media sanción en Diputados para la Ley Bases. Sin embargo, hay sectores con los que no se podrá dialogar ni acordar nunca ni nada.

A veces, las personas más cultas y preparadas, tienden a confundirse y a caer en la arrogancia que se las saben todas. Los libros y la teoría son necesarios e indispensables. Sin ellos es muy difícil trazar el rumbo. Sin embargo, antes de hablar de lo que sucede en un país lejano, hay que tener alguna idea de lo que pasa en la realidad antes de hablar y hacer papelones. No para caer en un pragmatismo peligroso que deje de lado los principios, sino para entender que camino hay que transitar para poder aplicarlos.

Fuente: Panampost

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