LA HABANA, CUBA — Ya no hay marcha atrás. Después de vender el apartamento al oeste de La Habana donde Adrián vivió con su hermano y sus padres, la fase que sigue en el plan familiar es comprar boletos aéreos rumbo a Managua, Nicaragua, e iniciar el itinerario hasta la frontera sur de Estados Unidos.
Para llegar a México, el camino más corto del maratón terrestre, es cruzar dos pasos fronterizos en Honduras y Guatemala. Ya en el país azteca el propósito es esperar la solicitud de parole que les hizo un amigo residente en la Florida.
La familia de Adrián conoce a la perfección los protocolos del azaroso viaje. “Vivir en libertad trae aparejado sus riesgos. Viajar desde Nicaragua a la frontera de México con Estados Unidos es menos inseguro que si hiciéramos el viaje desde Ecuador o Colombia, porque hay que cruzar por el peligroso Tapón de Darién en Panamá”, afirma Adrián.
Los 27.000 dólares que recibieron por la venta del apartamento fueron depositados en la cuenta de un pariente que reside en Estados Unidos y después, cuando lo necesiten, les va enviando determinadas cantidades por Western Union.
“En otro momento el precio de la casa hubiera rondado los 40.000 dólares. Pero el valor de las propiedades ha bajado notablemente. Si seguíamos esperando que se revalorizaran los precios de las ventas de viviendas, podemos quedarnos empantanados en Cuba. La idea es llegar lo más pronto posible a Estados Unidos, trabajar duro y saldar la deuda con la persona que nos pone el parole”, dijo el padre de Adrián.
Al llegar a Tapachula se unirán a los casi veinte mil cubanos varados en el Estado de Chiapas a la espera de saber si la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) les aprueba la “protección complementaria”, que les permita permanecer en México mientras consiguen su cita de asilo en Estados Unidos a través de la aplicación CBP One.
Los cubanos que se marchan de la Isla por vías irregulares reconocen que la travesía puede ser una auténtica odisea. Una joven que se presenta como la Iyabbo del Cerro, cuenta a Diario Las Américas, que desde finales del mes julio está atrapada en Tapachula.
“Regresar no es una opción. Entre las miles de mujeres cubanas encuentras abogadas y doctoras. El refugio donde estoy parece un campamento de las Naciones Unidas. Hay inmigrantes de Centroamérica, Sudamérica, África y hasta Rusia. Pero estoy mejor que en Cuba. Tenemos garantizado desayuno, almuerzo y comida. Y libertad absoluta para buscar trabajo. Yo estoy pinchando de ‘fichera’ en un bar, una palabra suave que oculta la prostitución, algo que no ha sido difícil», confiesa la joven del Cerro.
Ella nació y se crió en un solar donde el baño era colectivo. «A los 16 años empecé en el fuego (a jinetear, prostituirse)”. Su sueño es llegar a Estados Unidos y cambiar de vida. “Puede que tenga que bailar en el tubo o acostarme con un viejo de 80 años. Mi meta es casarme como Dios manda y formar una familia. En Cuba eso es imposible”.
Diosbel, estudiante universitario, desde los 14 años quiere irse del país. Ha visto partir a muchos amigos del barrio y compañeros de clase. “La primera opción es emigrar a Estados Unidos. Desde niño estudio inglés, conozco la historia de esa nación, sus leyes y conozco de memoria las capitales de sus 50 estados. Me encanta su música, la cultura y el estilo de vida estadounidense. No soy idealista. Por referencias cercanas sé lo difícil que es salir adelante. Pero estoy convencido que algún día viviré, seré un buen ciudadano y triunfaré en Estados Unidos”.
La mayor dificultad para Diosbel es que no tiene familiares en Estados Unidos que lo puedan reclamar. Tampoco sus padres tienen dinero para pagarle una beca universitaria o vender una propiedad que le permita sufragar los gastos de una emigración irregular. “Estoy optando por una beca universitaria pagada por el gobierno norteamericano. Otra opción es viajar a España y gestionar una maestría en alguna universidad europea después que me gradúe en Cuba. El periplo será más largo. Pero mi sueño es vivir en Estados Unidos. Tengo fe que se va cumplir”.
Letty, especialista en telecomunicaciones, no tuvo tanta paciencia. Esperó ocho años porque su padre, residente en Estados Unidos, la reclamara por reunificación familiar. Nunca lo hizo. “Allá se casó y formó una nueva familia. Pero no me olvidó. Todos los meses me giraba 200 o 300 dólares y paquetes de comida. Fui ahorrando dinero, vendimos la casa de mi esposo y nos marchamos a Uruguay”, relata por WhatsApp.
Las cosas no les han ido bien. “Compramos una moto eléctrica con la cual pensábamos salir adelante como vendedores, pero mi esposo tuvo un accidente y ahora estamos sin trabajo. Vivimos nueve cubanos alquilados en un piso de cuarenta metros cuadrados. Estamos sin papeles y con el temor de que las autoridades migratorias nos devuelvan a Cuba. Pero no vamos a regresar. Primero muertos”.
Yandy, 27 años, en tres ocasiones ha intentado llegar a Estados Unidos en una rústica embarcación. “Nos han cogido los guardacostas de USA y nos devuelven a Cuba. Me siento asfixiado en un ambiente cargado de muela política y mentiras. Es imposible vivir en un país donde el litro de aceite cuesta 600 pesos, una libra de limones 400 y un cartón de huevo 3.000 pesos. Seguiré intentando marcharme de aquí, sea por mar, tierra o aire”.
Según datos publicados por la ONU en 2020, Cuba tiene 1.757.300 inmigrantes, lo que supone un 15,55% de la población. La emigración cubana se ha dirigido especialmente a Estados Unidos, con el 78,31%, seguido de España con el 9,2% e Italia el 2,9%. En 129 países residen cubanos.
Carlos, sociólogo, explica que “después de ese informe se han marchado del país por diversas vías, legales, ilegales o irregulares, alrededor de 400.000 personas, el 4 por ciento de la población actual de Cuba. En esos datos no se computan cientos de miles nacidos en el exterior, cuyos padres son cubanos o uno de los dos lo es. Cuando se actualice el censo en Estados Unidos se sabrá con precisión la cantidad de cubanos que viven allí. Tal vez supere los dos millones de compatriotas. Estoy convencido que dentro de pocos años, Miami se convertirá en la segunda ciudad, detrás de La Habana, con mayor cantidad de cubanos. Superando a Santiago de Cuba y Holguín que tienen un millón de habitantes”, expresa y añade:
“La población total de Cuba, que desciende cada año, ahora mismo debe ser inferior a los 11 millones de habitantes. De continuar esa escalada migratoria, en 2030 la población podría no rebasar los 8 o 9 millones de habitantes. Y con más del 30 por ciento de personas mayores de 60 años. Si sigue cayendo la tasa reproductiva de las mujeres y disminuyendo el número de jóvenes y de profesionales, será brutal el decrecimiento de la población en edad económicamente activa”, vaticina el sociólogo.
Emprendedores como Daisy, dueña de un hostal que renta a turistas en la Habana Vieja, reconoce que incluso “ni ganando dinero se puede vivir medianamente bien en Cuba. Siempre falta algo. Los apagones, déficit de agua potable y el desabastecimiento afectan al negocio. Lo más preocupante es la actitud negativa de las autoridades, que sospechan de los trabajadores privados. Y cuando les dé la gana, te pueden confiscar todo o meterte preso por cualquier motivo. Vivimos en un país absurdo donde la frustración provoca que la población quiera culpar a las MIPYMES del desastre económico. Lo más sensato es montar un negocio, ganar dinero lo más rápido posible y luego largarte del país”.
Al margen de su filiación política, credo religioso y nivel profesional, la prioridad de muchos cubanos es emigrar. Mientras más pronto, mejor.