viernes, julio 26, 2024
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Lo imprevisto de los debates presidenciales

SONIA SCHOTT,

Los primeros debates en Estados Unidos empezaron con una serie de encuentros en 1858 entre el entonces candidato republicano al Senado por Illinois, Abraham Lincoln y el senador demócrata, Stephen Douglas.

Si bien estos no llevaron a Lincoln a ganar el escaño que buscaba, las transcripciones de sus intervenciones distribuidas en todo el país le ganaron la Casa Blanca en 1860.

En 1960, los encuentros entre el vicepresidente Richard M. Nixon y el senador demócrata John F. Kennedy, cambiaron el formato de las campañas presidenciales cuando la televisión instaló las elecciones en los hogares estadounidenses.

Aunque desde 1988 la Comisión de Debates Presidenciales (CPD) ha organizado los enfrentamientos políticos, está vez fue ignorada ante el rápido acuerdo de los dos rivales presidenciales, Joe Biden y Donald Trump, que aparecerán en persona en dos encuentros televisados y sin público, electrizando así las campañas.

Las dos fechas, el 27 de junio y el 10 de septiembre, brindarán a los votantes una oportunidad real de comparar dos diferentes estilos de gobernar.

Joe Biden y Donald Trump siguen cabeza a cabeza en las encuestas nacionales, mientras que el resultado probablemente se decidirá en siete estados en disputa: Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Carolina del Norte, Pensilvania y Wisconsin. “La forma en que se desarrollen esas contiendas dependerá de quiénes voten y quiénes se queden en casa” sostiene James Lindsay, del Council on Foreign Relations.

“El problema de Biden es que muchos votantes piensan estar peor ahora que hace cuatro años, incluso si las estadísticas económicas muestran lo contrario. Para agravar el problema, los electores parecen saber poco sobre los logros legislativos que Biden está pregonando. Mientras tanto, muchos estadounidenses ven la presidencia de Trump con mejores ojos que en 2020; una reevaluación favorecida por el éxito de Trump al retrasar el inicio de tres de sus cuatro juicios penales” según Lindsey.

Más de 73 millones de personas vieron el debate entre Biden y Trump en 2020, por lo que cualquier desliz de ambos podría tener un impacto negativo, aunque, dado que los dos encuentros sucederán relativamente temprano en la campaña, puede haber tiempo para corregir malos resultados.

Pero, hay otras cuestiones en juego.

Uno de los ingredientes más fascinantes de la campaña presidencial es la continua lealtad mostrada hacia Nikki Haley, la exgobernadora de Carolina del Sur, aun cuando no es candidata republicana.

Haley obtuvo un 22 por ciento de los votos en las primarias. La pregunta es ¿qué va a hacer con esta base de poder? ¿expresar apoyo a Trump?

Si lo hiciera, provocaría resultados mixtos pues en principio, esos votos están con ella porque sus partidarios no quieren que Trump sea el próximo presidente, además, no solo molestaría a quienes la han apoyado, sino que también confundiría a sus votantes que no sabrían a dónde transferir su apoyo.

¿Se inclinarían por Biden? Tal vez, si sale bien en los dos debates, pero otros podrían buscar a alguien más en el partido republicano o a un independiente.

Por ahora, el independiente, Robert F. Kennedy Jr., ha sido desestimado por Trump por no ser “un candidato serio».

Kennedy ha atraído publicidad desfavorable con sus opiniones sobre las vacunas anti-Covid y sus teorías de conspiración, aunque su campaña continúe exigiendo ser incluido en los debates, pero eso no sucederá.

La pregunta sobre Haley es más interesante. ¿Podría Haley abandonar a Trump y a los republicanos y pedir a sus seguidores que voten por Biden?

Parece improbable pues, una republicana de pura sangre como ella dañaría cualquier posibilidad política futura, además, ningún republicano le perdonaría el ser responsable de darle a Biden otros cuatro años en la Casa Blanca.

Si no se declara ni a favor de Trump ni de Biden, aún podría ser responsable de ayudar al demócrata a ganar, pero no se puede desestimar que está en una posición poderosa para no ser candidata presidencial.

Aun podría apoyar a Trump bajo la expectativa de obtener un puesto en su administración, aunque si permanece en silencio, seguramente será ignorada por el republicano si gana las elecciones.

Con la mirada puesta en los próximos debates, mucho dependerá de si se convierten en un cacareo verbal sin sentido o si se logra manejar una presentación adecuada y adulta de los puntos de vista.

Fuente: Diario Las Américas

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