SONIA SCHOTT,
Un artículo titulado “Como Donald Trump se volvió imbatible” publicado en The Atlantic por Sarah Longwell, califica a Nikki Haley y Mike Pence como “avatares del antiguo Partido Republicano antes de Trump” porque no supieron representar una alternativa política novedosa por miedo a enojar a los partidarios del magnate.
Ahora que los recientes triunfos electorales consagran a Trump como el rival de Joe Biden, los republicanos se muestran ansiosos por que la contienda presidencial comience, aunque, para los votantes independientes o indecisos, la pregunta persista: ¿Podrá Biden recortar la distancia que le separa de Trump?
Y es que las tribulaciones no han abandonado al expresidente, que enfrenta una avalancha de sanciones impuestas por los tribunales y que podrían causarle graves daños tanto en los negocios como en su posición política e incluso, si es declarado culpable, hasta una pena de prisión.
Trump ha respondido que los señalamientos en su contra buscan impedirle ganar la presidencia en noviembre.
El fallo del juez de Nueva York, Arthur Engoron, que le ordenó pagar una multa de 355 millones de dólares por fraude empresarial, a primera vista refuerza al republicano en su argumento de que es víctima de una cacería de brujas.
Muchos observadores políticos consideran incluso que la multa fue excesiva porque aunque se le encontró culpable de inflar el valor de sus propiedades con el fin de negociar préstamos beneficiosos para su imperio empresarial, ninguno de los bancos o compañías de seguros a los que acudió, emprendió acciones legales en su contra.
Sin embargo, 355 millones de dólares, más los intereses devengados en torno al nueve por ciento (sumando al menos otros 100 millones de dólares hasta ahora) ha dado a los abogados de Trump toda la justificación que necesitan para apelar ante un tribunal superior.
Lo más probable es que se dictamine que la pena es excesiva pero incluso si la cifra se reduce, Trump y sus abogados todavía tendrán que luchar para revocar la condena por fraude empresarial.
El caso no parece haber tenido impacto en el nivel de apoyo a Trump dentro del Partido Republicano. De hecho, una de sus leales seguidoras, la representante Marjorie Taylor Greene (Georgia), escribió en X, antes Twitter, que el juez Engoron era “una vergüenza” y debería ser destituido.
La clave de la campaña de Trump para la presidencia llegará el próximo mes cuando enfrente el primer juicio penal, que comenzará el 25 de marzo.
Una condena por cualquiera de los cargos sería grave para Trump en sus esperanzas presidenciales porque a diferencia del juicio de Nueva York, que sólo se celebró ante un juez, el caso de marzo contará con la participación de un jurado.
También serán necesarias seis semanas durante las cuales se espera que el exmandatario asista lo que le impedirá desempeñar algún papel en su campaña. Sus abogados han dicho que el juicio equivale a una interferencia con el sistema electoral estadounidense.
Aún no se han fijado las fechas de los otros tres casos penales, dos de los cuales se relacionan con el presunto intento de Trump de anular el resultado de las elecciones de 2020, y el tercero, la acusación de que retuvo ilegalmente documentos clasificados en su casa en Florida.
Si estos juicios se retrasan por argumentos legales, más allá de la fecha de las elecciones, es posible que incidan de menor manera en el proceso de campaña, aunque los demócratas, así como la ex gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley, rival de Trump para la nominación republicana, todavía vean está circunstancia como una oportunidad política.
Así que, los sueños presidenciales de Trump todavía dependen de la apelación contra la decisión del juez Engoron y del juicio de marzo.
Un resultado positivo en ambos casos sería suficiente para que se mantenga en la carrera por la nominación republicana.
Sin embargo, un revés grave en ambos casos, podría aumentar las posibilidades de Haley de superar a Trump, aunque en esta etapa está tan rezagada que su segundo lugar carece relativamente de significado.