lunes, abril 29, 2024
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La teoría del derrame también fue una estafa en Venezuela

LUIS CARLOS DÍAZ,

CARACAS.- Más de 5 meses lleva el chavismo sin sanciones petroleras y no ha habido aumentos de salario ni de pensiones importantes, ni tampoco ajustes reales en la economía.

No hay presupuesto público auditable ni rendición de cuentas por el nuevo dinero que ingresa. Nada ha ido para la gente. Solo hay campaña electoral, no atención de la emergencia humanitaria. El nuevo flujo de dinero por las licencias solo es palpable para el poder y sus aliados.

La «teoría del derrame» en realidad es una estafa. Ya fue desmontada hace mucho, pero el intento de venderla reempaquetada para el caso de Venezuela fue otra narrativa para incautos que no se sostuvo frente a la realidad.

¿Qué le plantearon a Estados Unidos sobre Venezuela como «derrame»? Que ayudar al país a recibir más ingresos iba a ir en beneficio de la población, que el Estado tendría más dinero para afrontar los «problemas concretos de la gente» (como si la falta de democracia no fuese el problema), y que si acaso había corrupción, igual se ayudaría al país por el «derrame» de ese dinero sobre la economía, sea en inversiones, contrataciones, gastos e incluso en las propinas que dan los enchufados. Estos argumentos literales se los hemos escuchado a muchos voceros alineados con la impunidad sobre los crímenes de corrupción, lavado de capitales, y también los de lesa humanidad, que han alertado a los sistemas democráticos y financieros del mundo.

La teoría del derrame a la venezolana, ha convencido a muchos países preocupados por la crisis política venezolana y manipula el foco principal de la crisis, que no son los accesos a recursos ni mercados internacionales que pueda tener el país, sino una gestión corrupta que además corrompe a quienes se le acercan. Solo en Transparencia Venezuela se han reportado procesos judiciales sobre tramas de corrupción criolla en más de 20 países distintos, y en muchos países son varias causas en paralelo. Cada caso de corrupción significa vidas perdidas en el país.

Dentro de Venezuela es más que evidente que las burbujas no chorrean casi nada, no generan bienestar en cascada ni se sostiene ninguna política pública a punta de propinas en restaurantes de Las Mercedes.

Esa fantasía solo le sirve a quienes ganan comisiones por contratar o facilitarle negocios al Estado.

Ha sido una burla total. Van más de 5 meses de ingresos extra en materia petrolera y no hay ajustes reales y concretos en los salarios de la administración pública. Incluso la ONU y otros organismos internacionales declararon que han tenido que reparar escuelas y hospitales. Oh, sí. Porque esas obras publicas no han sido prioridad para el Estado a pesar de tener recursos. Tampoco han mejorado los bomberos, Inparques ni los servicios públicos. La campaña electoral y las fiestas con dinero público, sí. Allí no falta plata.

Un semestre de acceso a más recursos se han traducido en más opacidad y un movimiento migratorio que no disminuye ni se detiene.

Porque esa era la otra parte de la mentira: Se le vendió a Estados Unidos y a muchos países que lo acompañan en la preocupación multilateral, que esta pequeña bonanza venezolana ayudaría a frenar la migración. Y no fue. No pasó. Compraron mentiras y ahora las consecuencias pasan por el Darién y otras rutas.

Debemos buscar nuevas maneras de resolver la crisis venezolana, pero con mentiras y complicidades no será. Con narrativas que ocultan la corrupción y la violación de derechos humanos, solo se multiplican los problemas. Lo que se derrama es el cinismo para blanquear algo más que capitales.

Fuente: Diario Las Américas

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