martes, abril 30, 2024
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¿Por qué cayó Cuba?

DR. ORLANDO GUTIÉRREZ-BORONAT,

Los prejuicios y el dogmatismo ideológico les han impedido a muchos conocer y comprender la magnitud del crecimiento de Cuba después de la independencia. El desarrollo de la isla entre 1902 y 1959 tiene pocas experiencias análogas en América Latina y constituye un verdadero milagro económico. Sólo en sí, la experiencia de los primeros diez años de vida republicana fue descomunal en sus logros sociales y económicos.

Un alto nivel de inestabilidad ejecutiva, sobre todo después de 1933, castigó este proceso de desarrollo. Sin embargo, a pesar de los vaivenes presidenciales, el país logró una consistencia institucional y un grupo de servidores públicos que mantuvieron a Cuba dentro de una lógica de desarrollo beneficiosa para la nación, a pesar de los cambios presidenciales.

¿Qué pasó? ¿Cómo fue que Cuba pasó de ser una de las principales economías latinoamericanas a convertirse en un país totalitario marcado por el hambre, la pobreza y la emigración masiva?

Hay dos grupos de respuestas a esta pregunta. El primer grupo de respuestas tiene que ver con las condiciones que hicieron frágil a la democracia cubana. Este artículo se enfocará en esto.

En mi opinión, los siguientes fueron los principales males que carcomieron la República, aunque de por sí no explican completamente cómo se impuso el totalitarismo en Cuba:

1) El rol desmedido del Ejército en la política nacional desde 1933 en adelante. El Ejército en Cuba se convirtió en un Estado dentro del Estado, que a menudo intervenía o intentaba intervenir en la administración pública. El Ejército, después de 1933, se convirtió en una organización armada de origen revolucionario con un líder (Batista), una bandera (la del 4 de septiembre) y un programa de desarrollo nacional (Plan Trienal). Entre 1933 y 1935, indiscutiblemente pacificaron un país al borde de la guerra civil pero también propiciaron el derrocamiento de cinco presidentes. Todos los gobiernos civiles electos entre 1940 y 1952, incluyendo el de Batista (1940-44), enfrentaron intentos de golpe de Estado, hasta darse el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952. Esto debilitó el estado de derecho, socavó la confianza en la gestión civil y convirtió a la fuerza como un referente constante en la vida nacional.

Como contrapeso hubo una tolerancia para otras organizaciones armadas que le disputaban al Ejército el monopolio de la fuerza. La violencia de los grupos revolucionarios le hizo grave daño a la estabilidad republicana. Irónicamente, cuando llegó el momento del golpe, estos grupos no fueron un factor de resistencia al mismo. Para que una sociedad pueda ser verdaderamente libre, civilista y próspera, la soberanía ciudadana no puede ser socavada por la jerarquía militar. Las Fuerzas Armadas tienen que estar al servicio de la República y nunca a la inversa. Quizás el ejemplo para las futuras Fuerzas Armadas de Cuba debe ser el coronel Vicente León León, que resistió al golpe militar del 10 de marzo con las armas en la mano y que cayó después en las trincheras de Girón como uno de los jefes de la Brigada 2506. Otro ejemplo es el comandante Montero Duque, que persistió en la lucha contra Castro en la Sierra Maestra, a pesar de la ineptitud y corrupción de mandos superiores, y tuvo después la hidalguía de regresar a Cuba como jefe de uno de los batallones de la Brigada 2506, cumpliendo 25 años de prisión después de su captura. Él y otros muchos pundonorosos militares cubanos son la reserva moral de la futura República.

Poco se dice que la clase política, tanto lo que hoy llamaríamos la derecha criolla (liberales y conservadores) como los Nacional Revolucionarios (Auténticos y Ortodoxos) lucharon por “civilizar” al poder militar. El objetivo era devolverlo al programa original de la independencia. Algunos ejemplos: Se logró la transición democrática de 1936-40. Se intentó salvar a Cuba de la hecatombe de 1959 con, entre otras iniciativas, el Diálogo Cívico de 1955-56.

2) La corrupción. Escándalos de corrupción, del uso del poder para el beneficio personal, plagaron a todos los gobiernos republicanos, creando escepticismo y desconfianza en la gestión pública. Sin embargo, hay que señalar varias cosas sobre este fenómeno. En primer lugar, la corrupción era especulativa y no endémica. La fortaleza del peso cubano, el altísimo nivel de reservas monetarias de las que disponía Cuba, la constancia en presupuestos nacionales balanceados, la balanza de pagos positiva, el nivel de reservas de oro, plata y dólares, y capacidad de pago de préstamos internacionales, de los cuales gozó la República, hubieran sido imposibles si las arcas de la patria hubieran sido saqueadas como norma.

En segundo lugar, ¿cómo es que sabemos sobre estos casos de corrupción? ¿Cómo es que se convirtieron en escándalo? Porque el país gozaba de una prensa libre poderosa, no solamente por su extensión (cantidad de periódicos, estaciones de radio y televisión), sino por su calidad, su vigor y su profundidad intelectual. Existía en la República una fuerte conciencia civilista que rehusaba aceptar la corrupción como algo “normal” y exigía el respeto a la decencia pública de todo aquel que esgrimiera el poder.

3) La política del egoísmo. La concepción personalista y no institucional del poder público, más aún, la subordinación del proyecto nacional al contorno del ego caudillista fue un mal que azotó a la República. Creo que los excesos y abusos del poder se debieron más al endiosamiento de los líderes políticos que a ningún otro factor. El caudillismo a menudo deslegitimó la autoridad, llevando la política cubana de la razón a la pasión.

4) La anti-nación. En el corazón cultural de la política republicana cubana existían dos poderosos factores que la negaban. Uno era un lastre colonial que despreciaba, casi siempre de manera racista, al cubano, completamente subestimando y desvalorizando la capacidad de Cuba de pensar por sí misma y de gobernarse a sí misma. Era un virus que afectaba la conciencia nacional. Sus síntomas eran la visión de la “cubanidad negativa”, el “plattismo”, el estribillo clasista de “La gente decente no se mete en política”, en fin, una forma de anti-pensamiento que debilitaba el carácter nacional.

A esta tara cultural, que se escondía en los recovecos de nuestro subconsciente colectivo, hay que sumar la acción siniestra, constante y conspirativa de una terrible fuerza foránea insertada en la sociedad cubana. El objetivo de esta fuerza era de penetrar la República, fragmentar la identidad y doblegar la nación ante una dictadura totalitaria manejada por intereses extranjeros. Esta fuerza se denomina Partido Comunista de Cuba, aunque se ha escondido bajo otros nombres. El que quiera de verdad conocer y comprender la historia de Cuba no puede desconocer el daño objetivo y tangible efectuado contra Cuba por este conglomerado. Dos obras históricas fundamentales, ambas publicadas en el exilio: Historia del Partido Comunista de Cuba por los Dres. Jorge García Montes y Antonio Alonso Ávila y El Soviet caribeño por César Reyniel Aguilera deben ampliar y transformar el entendimiento del período republicano cubano para todo aquel que honestamente busque la verdad sobre Cuba.

La labor de zapa del aparato clandestino del Partido Comunista cubano y la progresiva penetración de las instituciones culturales y académicas por el comunismo cubano fueron allanando el camino para la toma del poder por el totalitarismo. El comunismo cubano quiso, y quiere, generar una falsa y sumisa identidad cubana, sujeta siempre a lo que el Estado dicte.

Por eso los fundadores del comunismo cubano explícitamente rechazaron a José Martí y su doctrina, al ideario de la independencia que recurría a la libertad para superar al clasismo y al racismo. Los logros de este programa original y de esa República hecha por los cubanos están ahí para todo aquel que los busque. El fracaso obvio y miserable de lo que el comunismo implantó en Cuba es palpable para todos, salvo para los que se mientan a sí mismos.

En gran medida, el castrismo ha sido la metástasis de todos estos males que aquejaron a la República criolla. Parte de nuestro potencial de recuperación radica en que los cubanos no han dejado de luchar contra los mismos. Los cubanos libres, con su fe, con los esfuerzos heroicos por mantener la unidad familiar, en la lucha misma por rescatar la República, así como en el deporte, la música, la literatura, la ciencia y las artes, la política, han afirmado una cultura de la vida, del amor, que es hoy, durante esta larga noche, el sostén de una alta identidad, la cubanía, aún viable como república.

Fuente: Diario Las Américas

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