El pasado viernes 27 de diciembre acudieron a visitar, por cortesía y sin carácter oficial, dos diplomáticos españoles a la embajadora mexicana en La Paz, María Teresa Mercado, por instancias de esta misma. Una actividad absolutamente normal —por quedar enmarcada en los quehaceres burocráticos de la labor diplomática— que terminó convirtiéndose, en manos de los jóvenes acomodados que sirven de azote a la disidencia, en una afrenta del tamaño del asalto a la embajada norteamericana en Teherán en 1979.
El asunto desprende ridículo a borbotones, pero en Occidente no ha causado la menor atención. Por menos, Maduro estaría al borde del bloqueo económico-militar. Y es que, el ministro interino del Gobierno boliviano, Arturo Murillo, ha pedido incluso el cambio de los funcionarios de la legación española. Se ve que una visita de cortesía resulta intolerable en la Bolivia de hoy.
La embajadora mexicana, como suele ser habitual en estas situaciones, reside en la mejor zona de La Paz, en el sur, en La Rinconada, una fortificación urbana en la que ni siquiera se permite el tránsito de vehículos. Una de tantas ciudades exclusivas dentro de las propias ciudades. Es en este adinerado escenario donde las juventudes conservadoras son mayoría y no solo apoyan a la presidenta interina, sino que dedican su asueto a funcionar como esbirros con el consentimiento de las fuerzas policiales: inspeccionan los vehículos y acosan residencias diplomáticas. Algo que tiene más que ver con lo parapolicial que con lo místico, aunque se les haya denominado ‘vigilia’. Parece que las reuniones místicas son más de antorchas que de velas.
Las místicas juventudes de la derecha boliviana, que tan pronto blanden una biblia como arrancan un carro de lujo o atacan indígenas, pretenden impedir, por el bien de la humanidad y la Nación Boliviana entera, de la que se han convertido en sus sacros representantes merced a su inusitada condición de adinerados, que nueve narcotraficantes —como denomina a los nueve altos cargos del Gobierno boliviano refugiados en la embajada mexicana, cinco exministros incluidos— abandonen el cobijo.
En esta exasperante tensión para los boy scouts recién investidos como sacros parapoliciales bolivianos, que una furgoneta saliera de la legación mexicana con una heladería ya supuso todo un trastorno en sus acomodadas mentes, una alarma cuasinuclear, porque elucubraron que el exministro de Interior, Juan Ramón Quintana, se ocultaba con trapacería para escabullirse trémulamente de los Andes en busca de horizontes más impíos. Lo que no sería de extrañar, teniendo en cuenta las intenciones poco piadosas intenciones de las cristianas almas en sus obnubiladas y psicóticas vigilias. Al final, solo se trató de una falsa alarma.
En esas, tras el éxtasis místico de la insomne custodia, llegaron el cónsul de España, Álvaro Fernández, y la encargada de negocios, Cristina Borreguero, la cual había concertado la cita con la alta diplomática mexicana. Tras la reunión, al salir, los coches, con cuatro escoltas del Grupo Especial de Operaciones (GEOs), tipos duros curtidos en múltiples batallas, no se encontraban porque los místicos parapoliciales les habían impedido la entrada.
Fue en ese momento, sobre las 9:10 de la mañana del viernes, cuando María Teresa Mercado, denunció en Twitter que los vehículos españoles habían sido detenidos, a pesar de sus placas diplomáticas, y los escoltas habían sido agredidos. Parece que los jóvenes custodios bolivianos les dieron algo más que la paz.
La ministra de Exteriores boliviana, Karen Longaric, no contenta con el sainete organizado tras una simple visita de cortesía, protestó cuando afirmó que los escoltas, a los que denominó «encapuchados», «representaban una potencial amenaza». Sin duda, una trémula contradicción en el alma de sus juventudes custodias. No quedó ahí, sino que para Longaric, la cortesía española es un atropello a la soberanía boliviana. Faltaría más.
Tras el incidente, Longaric charló durante más de media hora con Margarita Robles, su homóloga española, persona de no muy buenas pulgas y bastante irascible a cualquier procrastinación de sus deseos, imaginen ante una contradicción o un esperpento como el acaecido. Jeanine Áñez, tan devota como brava, lo que en la alta política se traduce en fanatismo e incontinencia, no tuvo otra ocurrencia que declarar personas no gratas, algo así como una excumulgación burocrática, a los implicados, mexicanos y españoles, y exigir la salida del país de todos ellos —la embajadora mexicana y los diplomáticos y agentes policiales españoles—. Fue entonces cuando el sainete se elevó a la categoría de circo mundial. Pasen y vean, señoras y señores de Occidente, lo que han legitimado en Bolivia. Ahí lo tienen. Casi nada.
Margarita Robles que, como ya aseveramos, tampoco es que sea una persona muy dotada para la diplomacia, respondió con un duro y explícito comunicado rechazando las acusaciones y procedió a la expulsión de tres funcionarios de la embajada boliviana en Madrid. Por suerte, el Gobierno mexicano, prudente, no respondió. La mejor receta ante los inestables. Hablando de inestables, dos dirigentes de la formación ultraderechista española —Vox— llegaron a Bolivia para entrevistarse con los ministros de Interior y Defensa, con los que seguramente harán buenas relaciones y no faltaría la cordialidad ni los ruegos a Cristo, la Dictadura y las purgas.
Si España hubiera procedido en este bochorno, tal y como denuncia Jeanine Áñez, esto es que se hubiera involucrado en una operación para sacar diplomáticos de la embajada mexicana a plena luz del día y con diplomáticos españoles también de visita en la legación, máxime si tenemos en cuenta el nivel de acoso y vigilancia a la que es sometida la zona y, muy especialmente, los diplomáticos mexicanos desde la protección ofrecida a Evo Morales, ello, además, en un recinto cerrado y sin circulación al tráfico, estaríamos ante un episodio tragicómico de lo más preocupante.
Porque de ser así tal extremo —y sin justificar a las juventudes místicas bolivianas—, si unos pocos fervorosos de la Biblia, cuyos conocimientos en contrainteligencia se reducen a unos cuantos videojuegos y películas —y en el caso de los más dotados incluyen, con no poca fortuna, unas pocas novelas— han conseguido descubrir una operación secreta de grupos de operaciones españoles en Bolivia para sacar de la embajada a exmiembros del Gobierno boliviano, no solo estamos ante una nefasta gestión diplomática por parte de Bolivia, sino que también nos encontraríamos ante .
Fuente: ActualidadRt