lunes, diciembre 2, 2024
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OPINIÓN- Bernardo Henao Jaramillo: No más injerencia cubana

Treinta días hábiles dispuso la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) para que los imputados por el indebido renombrado delito de toma de rehenes a que se refiere el reciente auto 19 expedido el 26 de enero por la Sala de Reconocimiento de Verdad, de Responsabilidad y de Determinación de los hechos y conductas, acepten, rechacen o se declaren ajenos a los cargos imputados por parte de los ocho participantes señalados de las entonces subversivas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y consecuentemente respondan por el extraño renombrado delito de toma de rehenes que ayer, hoy y mañana será por siempre secuestro.
Es un tiempo amplio para que esa Jurisdicción trate de demostrar al país que no habrá impunidad y que si se les llegare a condenar por hechos notorios y de conocimiento general, en caso de emitir una sentencia condenatoria, tal debe contemplar una efectiva sanción, que por la naturaleza del delito, no podrá ser para recoger lechugas y zanahorias, sino para que efectivamente respondan y paguen por los graves crímenes de lesa humanidad de los cuales, hasta ahora, no sienten sino el descaro de repetir que se trata de “errores “ cuando en realidad no son más que delitos atroces cometidos por bandidos que están cada vez más cerca de concurrir ante la Corte Penal Internacional para responder por ellos.
Paralelamente se conoce que en insólita actuación, el expresidente Juan Manuel Santos intercede por el régimen cubano, llegando al extremo de abogar ante el nuevo gobernante americano Joseph Biden para que Cuba sea retirada como nación de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, actuación por completo reprochable que le acerca cada vez más a estar incurso nuevamente en el presunto delito de traición a la Patria, por el que, se recuerda, ya fue denunciado en su momento por parte de Enrique Gómez Hurtado, hermano de Álvaro Gómez H (q.e.p.d.); Mariano Ospina Hernández (q.e.p.d.) hijo del expresidente Mariano Ospina Pérez; Ignacio Valencia, hijo del expresidente conservador Guillermo León Valencia y el congresista, Samuel Hoyos.
 
Por su parte, el expresidente Ernesto Samper Pizano no se queda atrás y le compite en respaldar ese cuestionable régimen, así en una reciente y desteñida participación en el Grupo de Puebla defendió la integración latinoamericana que no es otra cosa que el disfraz del grupo de Sao Paulo para hacer que el comunismo impere en estas naciones. No contento con ello, se ha dado a la tarea de insistir que se dé ya el diálogo con el grupo subversivo terrorista del Ejército de Liberación Nacional (ELN), como lo expusiera recientemente ante la Comisión de Paz y la de Derechos Humanos del Congreso de la República, ignorando descaradamente que gozan de ilegal protección en Cuba, lugar en el que se refugiaron luego del infernal y atroz ataque a la Escuela de Cadetes de Policía General Santander.
Colombia, por su estratégica posición geopolítica como cabeza de continente, ha estado siempre en la mira del comunismo. Desde los tiempos en que el dictador Fidel Castro pretendió hacerse con el país a través de la exportación de su revolución sangrienta, que la mutó al final de su tiempo con su táctica de hacerse al poder a través de la vía electoral. Por esa razón, ese país en época de Raúl Castro fungió como garante del falso y cuestionable proceso de Paz seguido en La Habana que llevó, sin aun responder ante la justicia, a diez de sus integrantes a ocupar inmerecidas curules en el Senado y la Cámara de Representantes de Colombia; quienes, de seguro al mejor estilo de Samper, se atornillarán en sus curules a pesar de la imputación por secuestro. Hoy que se sepa por un acto de dignidad ninguno de los señalados ha renunciado y seguro no lo harán.
Algo grave acusa a la sociedad colombiana. Que dos expresidentes liberales tengan por propósito apoyar un régimen, que de amistoso con Colombia tiene poco, es francamente triste y doloroso, a más que confunde a los ciudadanos de bien pues esa posición no es propia del ideario liberal o del partido distintivo con su bandera roja. Lo que se vio en la sesión de la Comisión de Paz, más bien parecía un simposio para impedir la fumigación por aspersión aérea con glifosato, a la cual se opuso el senador Sanguino, quien de contera aprovechó para despacharse con su equivocado argumento de rechazo a la presencia de tropas extranjeras.

No es aventurado ni temerario pensar que esas posiciones tienen un propósito claro y concreto de pretender defender descaradamente a uno de los mayores flagelos que aquejan a Colombia como es el narcotráfico y microtráfico de sustancias prohibidas. La aspersión destruye los cultivos ilícitos, la erradicación sacrifica y mutila a los hombres que la adelantan o de aquellos que cuidan los erradicadores y de esa forma quien lo creyera, por el daño que aquellos causan, propiciar abrir el camino para que el comunismo se asiente en nuestra nación.
Toda democracia se erige y solidifica por su respeto a los valores, principios y tradiciones. Por ello, la representación que se quiera conseguir a través del voto sagrado y secreto debe recaer en los mejores y más preparados servidores. Ser congresista, diputado o concejal en los cuerpos colegiados a nivel nacional, departamental y municipal no es una tarea fácil. Representar a los ciudadanos y trabajar por el impulso de iniciativas que solventen el diario acontecer de los ciudadanos, es una misión delicada y compleja. Por ello, entregar curules de regalo o fruto de una negociación fallida resquebraja los cimientos de la democracia, en este caso la colombiana, error en el cual, pareciera, se quiere persistir. Hoy cuando los integrantes del entonces secretariado de las FARC son imputados de cometer un crimen atroz, de lesa humanidad, no se comprende ni se entiende que sigan fungiendo como congresistas y menos que si llegaren a ser condenados terminen pagando su pena con trabajo en una granja agrícola.
A los cargos de la Nación, del Congreso y de las altas cortes deben llegar personas meritorias, respetuosas de la ley, la justicia y la autoridad. Llegó la hora de cesar ese aberrante itinerario que se abrió en Colombia, en un cuestionado proceso, de premiar con curules a los cuadros de mando de quienes tanto daño han infringido al país y a sus gentes. Incomprensible que esos expresidentes insistan en que se reabra otro proceso de negociación con este otro sanguinario grupo terrorista. De bandidos, vestidos con traje infernal de camuflado de demócratas, no es posible pensar que se vaya a construir un gran futuro para las generaciones por venir. Habrá que recortar brechas, y dar más oportunidades a aquellos que sobresalgan por sus méritos y se destaquen por su amor a la patria.
Cuba lo demostró en Venezuela, a quien dominó y destruyó haciendo elegir en su momento a su aliado el entonces teniente coronel Hugo Chávez, pero como ya pauperizaron el país y lo arruinaron requieren de Colombia y su forma de hacerlo es como se ha denunciado, incidiendo, entrometiéndose en el próximo debate electoral y su candidato oculto amigo de venezolanos y cubanos no se dude va ser el que apoye una izquierda unida, no vestida con camuflado, pero si presente con la mentira y el engaño, medios que saben serán siempre válidos para hacerse con el poder.
PILDORITA: Bienvenida la sentencia de la honorable Corte Constitucional que impide que maltraten y deformen el leguaje castellano.
Fuente: PanamPost

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