martes, mayo 21, 2024
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OPINIÓN- Miguel Ángel Martín: Legitimidad a juro de las tiranías

El termino de tiranía surge en la antigua Grecia conocido como tyrannos, donde un monarca asumía el poder a través de la violencia sin tener derecho a ello, lo cual deviene en una autoridad ilegitima que lo convierte en un usurpador ejecutando actos de arbitrariedad con crueldad combinado con la rapacidad del robo de dinero y recursos que pertenecen a una nación.
El tirano ejerce un poder que no es suyo y que ha sido tomado a la fuerza; se trata de un poder de facto que carece de origen legal y busca a toda costa un reconocimiento de los ciudadanos y la comunidad internacional, mientras desarrolla un gobierno despótico donde prevalece la violencia y un irrespeto total de las leyes.
Ascienden al poder para negarse a devolverlo
Generalmente, los tiranos llegan al poder por el uso de la fuerza y la violencia, a través de un golpe de Estado o la intervención de fuerzas extranjeras, sumando ahora las modernas acciones de llegada al poder por medio de engaños o artimañas políticas.
Aquí nos encontramos con las acciones donde se manipula el derecho y sus procesos, entre ellos, los procesos electorales, los actos legislativos y las actuaciones judiciales, donde el tirano extiende su acción de poder en complicidad con personas que ocupan cargos en las instituciones de los poderes legislativos y judiciales; todo al final se decanta en acciones fuera de la ley que ratifican el origen ilegal de las tiranías.
La fuerza, la mentira, el engaño y la violencia son actuaciones despótica que el tirano utiliza para imponer su sola voluntad o la voluntad de quienes tejen la telaraña detrás del tirano, solo con el firme propósito de no entregar el poder e impedir ser sustituidos por medio de las vías democráticas institucionales, incluso los procesos de elecciones que corresponden hacerse por mandato de la ley son manipulados para su permanencia; de ahí surge la reelección indefinida del tirano y los cómplices que colocan en los cargos de los poderes públicos. Logran el control absoluto del poder electoral y cualquier otro poder que se encuentre al servicio de sus fines de permanencia.
Maestros del autoritarismo
Los tiranos controlan los espacios más importantes de la sociedad sacrificando las leyes y creando alrededor del poder una normativa que simula las leyes, producto de la arbitrariedad de jueces, funcionarios administrativos y legisladores a merced de la tiranía. Para ello, el tirano construye un sistema con el control del poder absoluto, atacando cualquier oposición que afecte su interés despótico, imponiendo con total impunidad un miedo en las personas mediante actos de represión vejatorios al ser humano, como detenciones, torturas, asesinatos, desapariciones forzada, robo de bienes privado, corrupción en la función pública. Todo descansa en una aparente juricidad que se emite con los órganos de la administración pública, de la policía y de los jueces.
Legitimidad impuesta
La legitimidad está vinculada con las Ciencias Jurídicas y Políticas concebida en autoridad, la cual se debe en su origen y ejercicio en función de la ley -lo que- conlleva al reconocimiento, y en caso de no cumplirse estas premisas, automáticamente cae en la ilegitimidad, momento en que los ciudadanos la desconocen, la rechazan y surge el derecho de resistencia contra la ilegalidad. Un Estado y sus gobernantes tendrán legitimidad en su esfera política mientras cumplan con las normas que le conceden autoridad de mando, lo que imprime la potestad de mandar y ser obedecido en una democracia formal.
Las tiranías trabajan alrededor de un juego del poder, pasando por encima de la legitimidad mediante la imposición de una apariencia de legalidad. Por ello, se encausa el poder ejerciendo la opresión de la gente con un discurso de que trabajan para la colectividad, donde solo siguiendo sus órdenes tendrán bienestar, obligando a los ciudadanos a seguir sus mandatos, valiéndose de todos los artificios y maquinaciones propias de la mentira, del engaño y del fraude, utilizando todos los recursos posibles, especialmente la usurpación de los poderes, el control de las fuerzas del Estado y las medidas administrativas de corte militar o de policía, con el auxilio de sentencias o medidas judiciales controladas; así generan una apariencia de legalidad en cada uno de los actos que ejecutan, para justificar una legitimidad o promover una legitimidad obligada, una legitimidad a juro, que venden dentro y fuera del país.
No podemos dejar de lado, las prácticas de espionaje e inteligencia para defender mandatos de facto, violando flagrantemente derechos personalísimos consagrados en los principios legales y normas internacionales, usando la narrativa de que las detenciones, la persecución, las expoliaciones de bienes y hasta las ejecuciones de personas que disientan o se opongan, tienen una base jurídica bajo leyes que construyen o en decisiones de jueces arrodillados a la tiranía.
La caída de las tiranías
En la actualidad existen tiranías que sigue el mismo patrón ya señalado, citando la impuesta en Venezuela por Nicolas Maduro; en Cuba por Díaz-Canel; en Nicaragua por Daniel Ortega; en Bolivia por Luis Arce, herederos de tiranos que han muerto o separados temporalmente, caso último el de Evo Morales en Bolivia.
Al igual que en el pasado, hoy en día los tiranos se unen y crean un eje maligno para protegerse y aumentar su poder dentro y fuera de sus países, promoviendo la llegada de más socios, mediante vehículos financieros de corrupción y delincuencia organizada, apalancando personas con sus mismas aspiraciones y pagando campañas políticas, surgiendo gobernantes que llegan al poder miembros de un clan, que se protegen y fijan sus propósitos comunes.
Mientras todo esto ocurre, venden dentro un manto de legalidad aparente que emanan de la voluntad del pueblo, mientras sus actos contrarios a los derechos humanos se amparan en medidas tomadas desde los poderes que controlan; lo grave es que su campo de acción se extiende hasta los organismos multilaterales y países que tienen los mismos ideales de control del poder para lograr una legitimidad.
Al final es una legitimidad a juro, obligada, donde lamentablemente actores de la comunidad internacional confluyen para darle su aval. Una complicidad internacional que lleva en sus espaldas el sufrimiento de millones de familias oprimidas. Incluso, dentro de su sadismo, los diálogos y supuestas negociaciones están a la orden del día, burlándose de una diplomacia que está distraída o que ha olvidado que los secuestrados no tienen capacidad de negociar con los secuestradores, menos con quienes no están dispuesto a entregar el poder.
Ahora, vale recordar a la Comunidad Internacional, que tiranías del pasado, por ejemplo la presentada en Italia, España, Alemania, Polonia, Irak, República Dominicana, Panamá, Haití, Chile, Argentina y en la Venezuela de los años 50, que tanto daño dejaron a la humanidad, fueron depuestas por acciones tan violentas como las que generaron su aparición, por medio de la insurrección popular, rebeliones militares, protestas y huelgas masivas, que promovieron la caída de los tiranos, circunstancia que hace que su estructura tiránica se derrumbe como un castillo de naipes.
Los pueblos que sufren una emergencia humanitaria que viven un desplazamiento de millones de personas tienen un hambre demencial; son décadas de dolor y muerte. Hoy los países amantes de la paz están en deuda con los pueblos de Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia.
Fuente: Diario las Américas
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