viernes, octubre 11, 2024
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El fondo es la forma

ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ,

Ha pasado una semana de la moción de censura. Se puede ensayar ya una visión con perspectiva, más serena y clara, concisa. No será difícil porque la paradoja evidente nos indica el sentido del asunto. Esta paradoja consiste en que Ciudadanos y el PP, a pesar de unos discursos con los que quisieron posar como fieros opositores de Sánchez, no votaron en su contra. ¿Consideraban inoportuna la moción de censura? ¿Sí? Pues podrían haberla censurado con mucha más autoridad moral votando a favor, porque Sánchez es peor para España que cualquier fallo —o teórico fallo— de táctica parlamentaria. Diciendo eso habrían matado dos pájaros de un tiro: su crítica a la moción de Vox habría sido más desdeñosa y su crítica a Sánchez más sincera, y viceversa.

No lo hicieron porque la existencia de Vox les preocupa más que la de Sánchez. Obsérvense, si no, los desesperados intentos de Feijoo de que el PSOE acepte el pacto de que gobierne la lista más votada para no tener él que pactar con Vox ni siquiera para echar a Sánchez. Si aprovechando la semana de reflexión que hemos tenido se analizan los argumentos y los hechos, esto se ve claro.

En el fondo, sólo es la forma. En el PP (y sus coros mediáticos y opinativos) piensan que para doblegar al PSOE es fundamental esconder a Vox. En sus planes estratégicos, la mera existencia de Vox moviliza al electorado de izquierdas. Y todavía peor: creen que la posibilidad de que el PP pacte con Vox impide que muchos votantes socialdemócratas, por muy escaldados de Sánchez que estén, se arrimen a Feijoo. Con este planteamiento tan interiorizado, todo lo que no sea meter a Vox debajo de una alfombra, les desespera. La moción no iba contra el PP, pero sí reventaba esta estrategia del PP de disimular a Vox.

La estrategia viene de lejos, del tándem Aznar-Arriola, que siempre se avergonzó de sus votantes o de buena parte de sus votantes más de derechas. De traicionar a éstos hicieron el eje de todas sus políticas. Rajoy heredó y redobló el método. Y Feijóo sigue instalado en él por triplicado.

Esto implica dos problemas para el PP y un peligro para Vox. El primer problema del PP es que Vox ya no es una corriente —que en parte lo fue, y mayoritaria— de sus bases. Entonces, tirando de disciplina de partido, era fácil silenciarla y traicionarla después. Ahora va por libre y lo es y, como es lógico, no reniega de su existencia, sino que la afirma con todas las armas legítimas que la democracia pone a su alcance. Puedes acallar a los tuyos, pero no a los demás, aunque te empeñes. Vox, desde su propio nombre, precisamente, fue un propósito de no callarse más.

El segundo problema del PP es que todas las encuestas advierten que tendrá que pactar con Abascal. Eso dificulta que engañe con cortinas o posturas de humo a los votantes socialdemócratas. O, si lo logra, se obliga a traicionarlos enseguida, haciendo lo que ha dejado ver que no haría con el socio que él mismo ha contribuido a demonizar.

Hay un peligro para Vox. Que le coja gusto a la provocación, en cuanto que saca a relucir las falacias de sus rivales. La sobreactuación cargaría de razones al PP. Cuanto más sosegado y sensato —véase el efectivo discurso de Abascal en la moción— más daño se hace a un PP que se alivia en la caricatura del contrario y que se irrita con su mera existencia y con la serenidad en la defensa de unos principios esenciales… que también comparten bastantes votantes peperos. Dijo José María Pemán y sintetizó Ramiro de Maeztu que «ser es defenderse». Añadamos nosotros que, hoy por hoy, ser uno mismo, tal y como están las cosas, ser, sin más, pero sin menos, ser tranquilamente… es el mejor ataque.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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